sábado, abril 20El Sonido de la Comunidad
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Arturo Alonso, cumplió su misión

Arturo es considerado como el “Cantor de los pueblos” por la cantidad de composiciones dedicadas  a ciudades cubanas

Arturo en plena juventud

Por: Daisy Martín Ciriano

Entre Padrenda y Cabaiguán existen lazos invisibles, que nunca se desatarán. Desde este pueblo español partió hacia Cuba Ramón Alonso Meleiro, el padre de uno de los mejores compositores cubanos, que desde mediados del siglo pasado, se destacaron  dentro de diferentes géneros musicales.

Establecido en Ciego de Ávila, Alonso conformó su hogar con su novia española Olivia Díaz Viani. Allí nacieron sus primeros cuatro hijos y en la madrugada del 9 de marzo de 1922, Euterpe, dejó entre las blancas sábanas del modesto hogar, al primogénito Arturo Francisco Alonso Díaz.

Quiso la casualidad que los aires frescos de los pastizales camagüeyanos impulsaran a la familia, poco después, hasta Cabaiguán y aquí quedaron establecidos definitivamente.

El pequeño Arturo arribó con apenas 3 años al pequeño poblado que lo acogió en una vivienda cercana a la Escogida de Breña y al Tostadero de Café ¨El Indio”,  de Callejo y Roiz, razón por la cual la casa de los Alonso siempre estaba aromatizada con el olor del café y del tabaco que emanaban de los establecimientos cercanos.

El bullicio de los habitantes del poblado que empezaba de madrugada, con el ir y venir de  tabaqueros, despalilladores y otros obreros le fue penetrando por la piel, hasta que la familia logró  integrarse  a esos menesteres para lograr su subsistencia. Sus hermanas, Caridad y Olivia, comenzaron a trabajar como apartadoras de tabaco, donde recibían modestos salarios que contribuían al sostén del hogar.

El pequeño Arturo era un niño vivaracho, muy inquieto y alegre, comenzó estudios en la escuela del insigne maestro Tomás Pérez Castro. Le gustaba mucho estudiar y, retomaba sus lecciones por la noche como si no se cansara de releer en sus libretas. La madre,  cuidadosa y preocupada con la educación de su hijo, logró con ayuda de algunos amigos trasladarlo para la Escuela Presbiteriana, un centro de gran renombre en la comarca por su integral educación. Sus maestros María Luisa Leiva y Victoria Martinó, contribuyeron notablemente a su formación. Fue precisamente allí, donde comenzó a sentirse ¨artista¨ al participar en actos culturales y coros de la escuela donde existía un fuerte movimiento cultural.

Posteriormente y, muy joven aún, al adquirir una guitarra se insertó en canturías y serenatas, con las que se relacionó con figuras de renombre del territorio central.

Sus composiciones se inician con la emotiva página Dulce noviecita, le siguen otras como Un Canto a Cabaiguán, El Cha Cha Chá de Tabaquero, Espero tu carta, Alma impura, Isabel, Voy a hablar con tu papá, Te creo, La profecía, entre muchas más. Pero por sus numerosas composiciones a pueblos y regiones que dejaron huellas en su vida, es que se ha distinguido entre la población como el Cantor de los pueblos. Entre estas obras se encuentran: Adiós a Santa Clara, Cienfuegos, Caibarién, Ciego de Ávila, Placetas, Luna de Casilda, Camagüey Colonial, Florida, Recordando a Guayos, entre otras composiciones.

Contaba Arturo, que al inscribir  sus primeras obras se había sentido motivado para continuar componiendo y preparó nuevos números que fueron de excelente acogida al ser interpretados además por grupos de renombre como la orquesta Riverside, el conjunto Los Latinos, la orquesta Aragón, orquesta de Amaranto Fernández, Barbarito Diez con la orquestra de Antonio María Romeu, Orquesta de Neno González, orquesta Estrellas del 48, conjunto Gloria Matancera y otros boleristas de fama nacional como Roberto Sánchez. En todas las emisoras y victrolas de Cuba se escuchaban sus discos.

Hoy desde Cabaiguán, donde su música aún se escucha y es predilecta, se recuerda al Cantor de los pueblos, en un aniversario más de su natalicio.

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