jueves, abril 25El Sonido de la Comunidad
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Cabaiguán, ¿mina de la COVID-19?

El cuarto rebrote de la COVID-19 en el municipio va de un récord a otro. Con una cifra superior a las 200 personas confirmadas en la quincena más reciente, esta zafra todavía no tiene los días contados

COVID-19
Más de 900 contactos de casos positivos a la COVID-19 permanecen en vigilancia intradomiciliaria

Alguien lo dijo con total sarcasmo y certeza: “pareciera que la COVID-19 en Cabaiguán es el resultado de agitar un spray frente al ventilador”. La enfermedad  ha caminado tanto que hasta en las zonas rurales, movilidad restringida mediante, los controles de foco dicen presente.

Al nuevo coronavirus le dieron vía libre y después de conquistar la ciudad llegó a Santa Lucía, Los Pinos, Punta Diamante, Hatico, Las Minas, El Periquito, Acueducto-Saltadero, Tres Palmas, La Prueba, Neiva y a otras comunidades donde el diablo habló, el SARS-CoV-2 escuchó y se dio un salto para poner a correr a las autoridades sanitarias y gubernamentales.

Dieciséis meses han transcurrido del enfrentamiento constante a la pandemia. A estas alturas los diagnósticos debían haber menguado; sin embargo, solo en la última quincena constan más de 200 casos.  

De mal en peor andamos con el desgaste del personal de salud y las instituciones a plena capacidad, al punto de acondicionarse la sala de hospitalización del Policlínico I  para pacientes positivos de menor riesgo y en el estreno se colmaron las 26 camas para descongestionar los centros provinciales. 

La COVID-19 continúa a sus anchas por el territorio y la economía asume más gastos para proteger a los cabaiguanenses en un rebrote tras otro. Cuando la mayor alerta apunta a cortar la transmisión, algunos solo alcanzan a ver si aquí circulan o no nuevas variantes del virus.

El hallazgo válido para los estudios epidemiológicos confirmaría los cambios en el cuadro clínico sucedidos últimamente así como la alta virulencia y letalidad de un SARS-CoV-2 renovado, capaz de contagiar a toda una familia en tiempo récord.  En otras etapas para infestarse bastaban  de 20 a 30 minutos de exposición; ahora en menos de medio segundo puede contraerse el patógeno.

Con semejantes truenos, amén de indagar en el comportamiento de la enfermedad, acatar los protocolos sanitarios es la respuesta óptima para mitigar una oleada de diagnósticos extendida a los colectivos laborales.

Varias entidades  estatales cerraron sus puertas al abrirse controles de foco, sucesos que demuestran la violación de las normas de bioseguridad. Trabajadores sintomáticos se pasean delante de los administrativos y luego saltan los reclamos para reiniciar las actividades productivas pero lamentablemente el único plan  cumplido fue el de la irresponsabilidad.

Demás desidias incrementan la tasa de incidencia situada en 395,3 por cada 100 000 habitantes. Más de 900 contactos de casos positivos se mantienen en vigilancia intradomiciliaria por las capacidades limitadas en los centros de aislamiento y aunque no todos caen en el saco de los insensatos, despuntan ejemplos que no nos permiten pestañear.

Ciertas imprudencias burlan la cuarentena imperante en tres zonas del municipio ¿Justificaciones? Pudiera pensar que lo escuchó todo pero hay quienes en ese contexto priorizan la comida de los animales.

Hay más. Algunos considerados sospechosos, cuando el test de antígeno da la voz de alarma, se evaporan frente a las narices del equipo de salud y  van por la calle con total naturalidad como si padecieran un catarro común.

El pesquisaje activo todavía no supera las expectativas. Médicos de la Familia ausentes de un caso positivo localizado en el entorno de su consultorio le ponen la tapa al pomo. Ni con la ayuda de las organizaciones políticas y de masas ha sido suficiente para cortarle el paso a la pandemia. Manos sumadas a esta batalla sin tregua apoyan en la aplicación de encuestas y le siguen el rastro a las indisciplinas; a cambio reciben insultos de sus propios coterráneos negados a quedarse en casa.

Saldos negativos que hoy describen el deterioro epidemiológico de Cabaiguán que para completar sus complicaciones añade un nuevo evento de transmisión comunitaria, los ingresos superan las altas y los pacientes en edad pediátrica confirmados están a la orden del día. Con tales credenciales la zafra de la COVID-19 se extiende aunque digan que no hay mal que dure cien años.  

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