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Comandante en Jefe en Sancti Spíritus: historia hecha leyenda

La atmósfera que rodeó la llegada a la villa del Yayabo del Comandante en Jefe al frente de la Caravana de la Libertad en la noche del 5 al 6 de enero de 1959 se imbricó en el imaginario popular y se hizo historia, nostalgia, mito.

Han transcurrido 63 intensos años plenos de sucesos de todo tipo, unos alegres, otros luctuosos, en medio de la dura lucha de la Revolución por su supervivencia, pero ninguno ha podido opacar en la memoria de los espirituanos mayores aquellos días excepcionales de la ofensiva final contra el régimen de Fulgencio Batista, el triunfo del primero de enero de 1959 y la llegada a Sancti Spíritus, el Día de Reyes, de la Caravana de la Libertad con un Fidel victorioso de apenas 32 años al frente, en su trayecto hacia La Habana.

Sobre esos instantes irrepetibles se ha escrito mucho, pero ningún cronista ha podido reproducir fielmente con su palabra, por más virtuosa que esta fuese, la atmósfera csi mágica de aquella inédita jornada plena de emociones que mezclaban lo objetivo y lo emotivo en una carpenteriana amalgama alucinante, propia de lo real maravilloso, donde incluso la hora del acontecimiento asumió un papel sobresaliente.

Tuvimos los espirituanos desde inicios de octubre de 1958 la cercanía inmediata de Che y Camilo, dos comandantes de la Sierra a cuyos nombres estuvieron ligadas las acciones decisivas de la guerra revolucionaria en esta parte del país a finales de 1958, pero Fidel Castro, el joven líder de la Revolución triunfante aparecía a los ojos de todos como la incógnita a descifrar porque salvo algún que otro coterráneo, nadie lo conocía en persona y aparecía como fábula, promesa, mito, en torno al cual la curiosidad desbordada de la gente hacía rebosar las expectativas hasta el infinito.

Así, en medio de mil conjeturas y esperanzas, llegó el 5 de enero de 1959 y, con él, el arribo de la tan esperada Caravana de la Libertad que recorría desde Santiago de Cuba el eje longitudinal de la perla antillana en su marcha victoriosa hacia occidente.

Caravana que se creía grande, pero no tanto, con sus más de 2 000 personas a bordo de todo tipo de vehículos militares y civiles, desde tanques hasta ómnibus y jeeps y desde zapas de la última gran guerra hasta automóviles, pero para darle más simbolismo aún, junto a los guerrilleros, prácticamente la mitad de aquellos hombres habían sido soldados del régimen derrocado.

UN ESPIRITUANO Y UN CARAVANISTA EVOCAN

Para Luis Morales Pina, Moralito, por entonces dirigente estudiantil, no hay con qué comparar lo vivido por miles de coterráneos aquel Día de Reyes en que todo un ejército rodante llegó a predios espirituanos con Fidel al frente. Él refiere:

“Cuando se supo de la cercanía de la Caravana, los jóvenes revolucionarios nos pusimos de acuerdo para desplegarnos a lo largo del recorrido que debía hacer. Acordamos que una parte estaría en el parque Serafín Sánchez y los otros en las calles desde el puente del Balneario, pues la Carretera Central estaba interrumpida por la destrucción de los puentes, y los caravanistas estaban obligados a doblar por El Majá hacia la Carretera de El Jíbaro.

“A mi grupo le tocó desplegarse en el parque, frente a la actual biblioteca. Ya desde las seis de la tarde aumentaba el rumor de que Fidel venía con su Caravana, porque ya había pasado por Camagüey, por Ciego… El gentío era tal que casi no se podía caminar por abajo ni por encima del parque. Algunos no aguantaban la tensión de la espera y en su impaciencia remontaban la calle Independencia o Céspedes y se iban hacia la Carretera de El Jíbaro.

“Y, por fin, avanzada la noche, entró la Caravana en la ciudad y se dirigió hacia el parque. Yo te diría que la emoción era tanta que hasta algunos conocidos batistianos estaban ahí. Muchos de ellos lo eran por interés o por ignorancia, pero los acontecimientos los habían dejado al margen y, sin poder contener su curiosidad y expectación, acudieron a ver la llegada de la Caravana de la Victoria: Es que Fidel es una persona que nació para la historia. Su personalidad atraía incluso a enemigos de clase”…

Alcibiades Aguilar, uno de los dos caravanistasorientales que luego se radicaron en Sancti Spíritus y se hicieron espirituanos (*) fue sorprendido por el triunfo en Rejondón de Báguanos, en el II Frente Oriental Frank País, del cual formaba parte, emboscando a una tropa enemiga. De allí, por orden expresa de Raúl Castro, su Columna marchó hacia Holguín para incorporarse a la Caravana encabezada por Fidel, que había salido de Santiago de Cuba.

Del kilométrico recorrido que vendría entonces, Alcibiades recuerda: “En todas partes nos abrazaba la gente, las mujeres nos besaban sin conocernos, la jovialidad y simpatía desatadas eran extremas. Cuando nos aproximamos a Sancti Spíritus, como los puentes de hierro sobre los ríos Zaza y Tuinucú en la Carretera Central estaban cortados, eso nos obligó a desviarnos por El Majá hacia La Ferrolana, así que entramos por el Balneario y desde los balcones y las calles hombres y mujeres nos daban vivas y tiraban flores.

“Cuando llegamos al parque Serafín Sánchez aquello fue apoteósico. Aunque la gente no tenía la preparación ideológica que tiene hoy, hombres y mujeres del pueblo nos llevaban agua y comida, chucherías, cigarros y tabacos… La efervescencia de la multitud llegó al clímax cuando Fidel salió al balcón de la antigua Sociedad El Progreso y empezó a hablarle a la multitud.

“El gentío aplaudía y nos abrazaba como si hubiéramos sido familia y nos conociéramos de toda la vida. Aplausos, gestos, exclamaciones, todos emocionados, porque todos se sentían parte de aquello. Para mi fue algo impactante ver tanto pueblo, tanto apoyo, tanto fervor. Las muchachas pidiéndonos algo de recuerdo y nosotros les regalábamos balitas, monedas, bolígrafos… yo no salía de sorpresa en sorpresa, de emoción en emoción. Y aquel discurso de Fidel, creo que de sus palabras allí se cumplió todo”. (*) El otro, Oscar Alonso Cabrera, falleció repentinamente hace algunos meses.

Tomado de Escambray

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