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COVID-19, no escampa en Cabaiguán

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Por: Alexey Mompeller Lorenzo

El récord de 1 012 casos positivos a la COVID-19 en un día no nos cogió de sorpresa. Con las barbas ardiendo desde noviembre al desatarse un alza constante en la curva de contagios, el millar de diagnósticos registrados al cierre de la medianoche del sábado 30 de enero confirmó que los indicadores de indisciplinas se sobrecumplen en el tercer rebrote de la enfermedad.

No hay que ser experto para descifrar las consecuencias dejadas por las celebraciones familiares. Pareciera que congéneres y amistades le dan la bienvenida al nuevo coronavirus con total derecho de plan jaba, potestad concedida por quienes permanecen hoy hospitalizados, bajo sospecha o en condición de contactos mientras él enemigo anda suelto.

En la segunda quincena de marzo del 2020, Cabaiguán tuvo su primer encuentro con la pandemia. Las aguas no se han calmado pero para dicha etapa despuntamos con creces al convertirnos en el epicentro de la COVID-19 en la provincia. Desde esa fecha a la actualidad, el Departamento de Vigilancia de la Dirección Municipal de Salud Pública notifica un acumulado de 131 pacientes confirmados con el protagonista de que la palabra compleja y una larga lista de sinónimos definan la situación epidemiológica mundial.

Solamente en la última semana de enero, 11 PCR resultaron positivos y al pasar la página de ese mes, 25 enfermos corroboraron la virulencia del SARS-coV-2 que continuará mostrando su peor cara hasta tanto la indiferencia de algunos le dé vía libre para sumar más víctimas.

Los excesos de confianza conllevan al temido retroceso. Lo saben los directivos que han burlado los protocolos de bioseguridad al permitir la asistencia de personal con sintomatología respiratoria a los centros laborales, culpa añadida a determinados trabajadores que antes utilizaban un simple dolor de cabeza como excusa para esquivar los compromisos y ahora, con un catarro que suele confundir, parten dispuestos al deber.

¿Quién dijo que en la nueva normalidad han de quebrantarse las regulaciones imperantes? ¿Cómo se explica que a estas alturas de la crisis epidemiológica un viajero procedente del exterior todavía abandone su domicilio y ponga en riesgo a los suyos y a su comunidad, por no esperar el resultado del análisis nasofaríngeo?

¿La conciencia no le remuerde a quien sufre de una amnesia repentina para evitar la confesión de sus contactos? ¿Cómo reacciona a los reportes diarios de pacientes en edad pediátrica en estado crítico o grave? ¿No han sido suficientes los escarmientos y sanciones a los infractores de las medidas sanitarias? ¿Acaso deviene imperceptible la voz de alarma emanada de los tres controles de foco activos en la localidad?

La máxima de “quédese en casa” ni por rayada en los medios de comunicación calma los deseos de abandonar el hogar. En busca de supuestas libertadas recreativas o de viabilizar otras gestiones, no pocos cabaiguanenses cruzan fronteras interprovinciales y guardarraya adentro llegan a su destino. Así se van tras la captura de la pandemia, llevan a cuestas enfermedades de base e ignoran si al regreso los trasladarán a bordo de una ambulancia.

Que aquí afortunadamente no lamentemos ningún deceso por causa de la enfermedad, reconforta pero no alivia. Sin embargo de punzadas sentimentales sí entienden los familiares de los más de 200 fallecidos que ha dejado la COVID-19 en Cuba en 10 meses.

Ni en sueños nadie quisiera estar en los zapatos de quienes experimentan esa ausencia; mucho menos integrar la lista de los que se marcharon antes de tiempo.

Ese es el saldo que aporta la imprudencia, cifras que traducen la incertidumbre percibida en zona roja pero con arrepentimientos no se gana esta batalla. Si el actuar responsable despertara de una vez y para siempre como late la fe por el pinchazo de uno de los candidatos vacunales cubanos por vía intramuscular o Mambisa que se suministrará de forma nasal, ahora mismo respiraríamos más tranquilos.

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