Le escuché las historias a mi viejo, pero para ser sincero, lo único que vi del tejar de Santa Lucía, fueron las ruinas
Por: José Miguel Fernández Nápoles (Tomado de Crónicas de Santa Lucía en Facebook)
El tejar, estaba al fondo prácticamente de la finca de Juan Ramos y bastante cerca del Río, porque el agua era muy necesaria para fabricar las tejas.
No estoy seguro si la tierra era de los Rayones, que el viejo se llamaba Félix y era hermano de mi abuelo. Después de la muerte del tío Félix, lo trabajaron el primo Osvaldo, al que llamaban Pasta y el primo Juan Rayón, que muchos años más tarde se mudó cerca del plan de pelota.
El tejar aprovechaba el barro de excavaciones que se hacían ahí mismo, luego ese barro se ponía en moldes y finalmente se cocía en unos hornos inmensos.
Los obreros ganaban poco y trabajaban muchas horas, en condiciones duras y mi papá me contaba que un poco después de nacer yo, dejo el tejar y se fue a trabajar a las escogidas de tabaco, donde ganaba un poco más.
Una de las curiosidades que muchísimos de ustedes seguro desconocen, es que al parecer, en nuestro pueblo también hubo un ingenio, aunque fuera pequeño.
Las ruinas estaban en el caminito que iba para la casa de Caridad Miguelón y de ahí mi abuelo y mi papá sacaron un horcón de una madera llamada Jiquí, que según me dijo mi padre, estuvo enterrada durante más de cien años y luego sirvió para el rancho vara en tierra que había en el patio de mi casa. Imaginen lo dura que era esa madera.
En mi inscripción de nacimiento pone que nací en la finca “Ingenito”, así que es posible que de ahí viniera ese nombre.
Con tal que le digas ahora a uno de los muchachos nacidos en Santa Lucía que en algún momento allí se fabricaron tejas porque existió un tejar y que había un pequeño central azucarero, te aseguro que se caen de espalda.
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