El General de Brigada (R) Rigoberto Sancho Valladares siempre fue uno de esos hombres consagrados a la Revolución. Su pueblo lo recordará por su amor a su país y a las causas justas del mundo

Por: Lillipsy Bello Cancio
Acaba de fallecer el General de Brigada (R) Rigoberto Sancho Valladares: el General Sancho para los cabaiguanenses… y aunque desde hace algún tiempo ya no se le veía sentado en el parque “José Martí”, allí donde amigos, colegas y compañeros de las tantas y tan disímiles luchas que libró lo rodeaban y le escuchaban sus historias, compartían sus criterios, asumían sus consejos, la noticia deja el sabor amargo del escepticismo.
Y es que uno cree que hombres como él no morirán… y no lo digo porque fuera un fortachón a lo héroe de serie de aventuras o porque el idealismo cegara mi objetividad: resulta que cuando una tiene delante tamaña historia, cuando uno piensa que ese sencillo hombre que encuentra a diario y lo saluda como si fuera un tío al que no ve con mucha frecuencia, tabaco en mano, sosteniéndose en sus convicciones, es un héroe (con mayúsculas) llega a pensar que siempre será así, que la estampa no cambiará.
Del General recordaré siempre su disposición permanente a contar las hazañas de la lucha clandestina, de cómo se fraguó la Revolución desde el silencio y desde la Sierra, de cómo se libró la guerra de liberación… y de Fidel y Raúl.


Sí, porque para un rebelde empedernido como Sancho, capaz de contradecir a su maestra de la Escuela Primaria Superior en un tema tan polémico como el de la democracia en Estados Unidos, y hacerlo desde la doctrina martiana allá por la década del 50, el Comandante en Jefe y su hermano llegaron a ser sus principales referentes y con Raúl, incluso estableció una relación mucho más cercana y personal: lo consideraba el Lugarteniente de la Revolución y le profesaba una muy especial admiración y respeto.
Del General Sancho, de su azarosa vida antes del triunfo de 1959 y su lealtad eterna e incondicional a la Revolución se ha hablado mucho. Historiadores y periodistas han contado su trayectoria revolucionaria como jefe de acción y sabotaje del Movimiento “26 de Julio”, de su detención y su estancia en el Presidio Modelo en Isla de Pinos, de su incorporación al Segundo Frente Oriental y de su participación en la Caravana de la Libertad.
A quienes no tuvimos ni mucho tiempo, ni tantas oportunidades para conocerlo, nos sorprendió siempre la modestia con que hablaba de los cargos que ocupó en el Ministerio del Interior y la Fuerzas Armadas, de sus múltiples misiones internacionalistas y de las innumerables condecoraciones y distinciones que atesoró siempre como su más preciada fortuna.
En lo personal, evocaré siempre su verbo incontenido y su palabra justa, su constante referencia a las enseñanzas del “Jefe”, la pasión y desenfado con que me contó de aquel juego de pelota organizado por Fidel en Cabaiguán y de lo importante que era defender la historia… recordaré su encuentro con el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés aquella nublada tarde de junio y su orgullo y la camaradería que mutuamente se profesaron y el breve intercambio de admiración que protagonizaron. Cabaiguán pierde este 16 de diciembre a un veterano de la guerra de liberación en la última etapa insurreccional de la Isla. Su hija Ana María al papá exigente, amoroso y su esposa Lourdes al amigo, al compañero de vida, al más consentido de sus amores, sobretodo en estos últimos tiempos. La historia, la de este pedazo de Cuba, lo reverencia y los agradecidos le honran.
