Los bordados son considerados piezas de arte por su propia esencia porque guardan en sí lo verdadero y auténtico, visto desde las más ancestrales técnicas.
Por: Daisy Pilar Martín Ciriano
Las labores de las isleñas de la isla de La Palma, por su propia esencia, procesos lentos, minuciosos, en los que no se tiene en cuenta las horas, sino la calidad del producto final. Están destinadas al disfrute y goce de los amantes de lo verdadero y auténtico, guardando las más ancestrales técnicas.
El más frecuente entre el repertorio de los bordados tradicionales palmeros es el llamado relleno que convive con las técnicas del realce y otros puntos como el perdido, presilla, atrás, margarita, sombra, indefinido y cadeneta, por solo mencionar algunos. En su mayoría estos puntos de bordado eran realizados sobre tela blanca o beige, que dotan a la pieza de una elegancia inconfundible propia de las canarias palmeras.
Las canarias exornaban cada pieza del hogar con un toque distintivo y gustaban de exhibir con orgullo su exquisitez, incorporando nuevas puntadas propias de su imaginación y habilidad. En este caso se encuentra el collage que si bien no constituye un tipo de punto, si es una obra propia de las palmeras. Simplemente estas mujeres creativamente realizaban trabajo con la aguja sobre una determinada figura, postal, paisaje u otro elemento en el cual pudieran resaltar con puntadas perdidas los colores de la imagen.
Así, en el Museo Municipal, se conservan tres collages sobre postales navideñas de 1928, 1955 y 1956, enviadas por familiares canarios a Cuba. El trabajo realizado con la aguja resalta el típico atuendo de la canaria, incluyendo hasta el sombrero y los zapatos o flores del vestido.
El collage más exquisito que se conoce en Cabaiguán, lo atesoran en la vivienda de la palmera Dedicación Álvarez Silva, fallecida. Este cuadro es conservado por la familia como una verdadera reliquia histórica de la cultura que trajeron las inmigrantes palmeras a inicios del pasado siglo.
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