El trabajo voluntario a centros y economías fundamentales y como estímulo a la producción era algo cotidiano desde los primeros años de la Revolución

Por: Daisy Pilar Martín Ciriano
Para los que vivieron los primeros años de la Revolución en el poder y sobre todo, aquellos de la década de 1970, el trabajo voluntario a centros y economías fundamentales y como estímulo a la producción era algo cotidiano.
La historia asegura que esta práctica se generó a partir del ejemplo de la entonces Unión Soviética, pero en realidad, fue el Che, quien incentivó esta actividad en los obreros y el estudiantado.
Primeramente el trabajo se realizaba en jornadas extras en los centros, pero después se extendió a la agricultura en diferentes ramas, específicamente a la cañera. Aunque con la aparición de los planes citrícolas y el auge de la producción tabacalera se abrieron nuevas perspectivas de dirección.
Mucho recuerdan los cabaiguanenses su participación en la zafra por cien días, permanentes y las salidas mañaneras y muy de madrugadas hacia los campos de Jatibonico, recorriendo lote por lote, desde Bernal 1 hasta El Patio y muchos más, que se llenaba de sonidos de machetes y pocas conversaciones. Hay que destacar que ese traslado se hacía en camiones destinados a esta industria, pero también en otros de particulares que prestaban su aporte.
Hoy resulta asombroso para las nuevas generaciones encontrar entre los papeles de padres y abuelos un bono de Cien días en la zafra, o una foto donde aparezca todo un colectivo con ropa de trabajo, botas y sombreros, esperando transporte o de regreso de la faena.
Por aquel entonces hasta la calle Valle se llenaba de camiones particulares que se llenaban de hombres y mujeres desde los primeros albores y regresaban jadeantes y sudorosos, pero con disposición para continuar.
Todos estos recuerdos, anidan aún en la generación que cursa los 60, 70 años y un poquito más. Es un grato recuerdo al intercambiar unos con otros, o simplemente mirar las fotografías.