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Estudiar y disfrutarlo: la fórmula de Leticia

Una espirituana inscribió su nombre en el selecto grupo de estudiantes premiados en la edición 57 de la Olimpiada Internacional de Química (IChO por sus siglas en inglés), con sede en los Emiratos Árabes Unidos.

Todavía le cuesta creérselo, aunque tiene siempre bien enfocada la meta de crecer y llegar más lejos. Leticia María Merlo Alfonso cuelga en su pecho la medalla de bronce conquistada en la edición 57 de la Olimpiada Internacional de Química (IChO por sus siglas en inglés), que concluyó recientemente en los Emiratos Árabes Unidos.

Así lo hizo saber a Escambray, vía WhatsApp, con el desenfado propio de su carisma y el deslumbramiento que ofrece el privilegio de asistir a un evento de tal magnitud, donde, encima logró llevarse un valiosísimo lauro entre los estudiantes más rankeados del mundo en esta ciencia.

¿Cómo llegó hasta allí? Lo saben su familia, sus entrenadores, sus amigos: a fuerza de constancia y talento, cambiando fiestas o paseos por intensas jornadas de preparación, sobreponiéndose a cuanto inconveniente se haya presentado ante su cuerpo menudo con una fuerza gigantesca.

“Después de muchas pruebas realizadas durante un tiempo que estuvimos en La Habana, se escogió el equipo que iría a representar a Cuba en cada una de las olimpiadas —dice—; yo estaba en el de la IChO y realmente no pude darme cuenta de lo importante que era eso hasta que el avión despegó y dije: Esto es real, el avión está subiendo”.

Ya en la sede del evento, en la mismísima capital de Dubai, los retos fueron tan imponentes como los edificios que dejan ver las postales donde esta muchacha sonríe con naturalidad a la cámara.

“En cuanto a desafíos, fueron unos cuantos: teníamos que estudiar temas especiales o ‘de elevada dificultad’, según ellos, de los que nunca habíamos escuchado antes.

“La competencia consistió en una prueba experimental y una teórica, ambas con cinco horas de duración y muy muy extensas.

“Cuando vi que tenía un puesto de trabajo con mi identificación solo pude pensar en que tenía que aprovecharlo y disfrutar del examen”.

Las competencias transcurrieron del 5 al 14 de julio y en ella obtuvieron reconocimientos tres representantes de Cuba, en un resultado de referencia en la historia reciente de la participación nacional en estos eventos, en los que nuestro país interviene desde 1985.

Juan Carlos Yepe Muñiz, del Instituto Vocacional de Ciencias Exactas (IPVCE) Vladimir Ilich Lenin; Bárbaro Rodríguez Gil, del Ernesto Che Guevara, de Villa Clara, y Leticia, del Eusebio Olivera Rodríguez, en Sancti Spíritus, conquistaron medallas.

Lo han destacado las redes sociales, la Dirección General de Educación, la revista Juventud Técnica y el propio presidente de la República de Cuba Miguel Díaz-Canel Bermúdez en su perfil de Facebook, desde donde los felicitó y les envió “un fuerte abrazo”.

Ante la pregunta obligada de la satisfacción que implica un resultado a este nivel, esquiva con modestia la respuesta y solo apunta lo que todos intuyen: la Química es ya un elemento esencial en su cotidianidad.

“Siempre me gustó estudiar, solo que no fue hasta que empecé en el IPVCE que me di cuenta de que la Química era especial. Comencé a estudiar así de intenso por eso, porque me gustaba y hasta ahora intento, incluso en los días malos, recordar que lo hago por disfrutar y no por competir.

“La Química está en todos los lados, ¿y qué mejor manera de comprender todas las cosas que nos forman que aprendiéndola: puedes justificar, transformar y crear… Las posibilidades son muchas”.

¿Cuántas renuncias implica incluirse en un equipo de concursantes a este nivel?

“Son muchas las cosas que se dejan de hacer cuando estás concursando, si quieres entregarte por completo a ello; por suerte mis amigos también son concursantes y comprenden cómo es todo el tema, al igual que se esfuerzan siempre por obtener resultados, como ha sido el caso.

“Estudiar me ha encauzado en la vida, puede que a veces me arrepienta de no haber tenido tiempo de salir, ver películas o tener más amigos, pero también pienso en todo lo que he hecho y no me imagino pasando por todo este tiempo sin concursar.

“Estar en La Habana tiene partes malas, pero estos últimos meses que pasé allá me sirvieron mucho para conocer y conectar con personas que también van a participar en otros eventos. Yo creo que eso es lo mejor de todo: la gente y las memorias con las que te quedas”.

¿No te sientes un poco puntualita, de esas que no hacen otra cosa que comerse los libros?

“Por suerte, no todo en mi vida es estudiar, porque creo que eso sería un poco aburrido. Me gusta mucho leer y cuando no estoy estudiando, si no tengo alguna otra obligación, puede estar segura de que voy a estar leyendo. También me gusta mucho, pero mucho, escuchar música; creo que sin ella no hubiese podido estar aquí y me alegra pensar que me he quedado con un pedazo de cada persona nueva que he conocido escuchando la música que me ha enseñado”.

De esta Olimpiada, le quedarán gratos momentos, algunos sustos y muchas satisfacciones que devienen recompensa, tal vez, a tantas horas de desvelo y empeño. Pero no todo fueron fórmulas y ecuaciones.

“Hubo cosas muy buenas y otras no tanto: los días de examen nos teníamos que levantar muy temprano y no pudimos visitar todos los lugares que habíamos planeado inicialmente, pero el tiempo que pasamos con la gente que conocimos compensó completamente. Estos últimos días, como ya teníamos un poco más de confianza y había pasado la parte más difícil, nos enfocamos en pasarla bien: bailamos mucho, enseñamos a los demás a bailar —aunque, mejor dicho, intentamos— y nos desvelamos conversando. Definitivamente sí, hay amistades nuevas, espero que duraderas.

“Lo más difícil para mí era no poder hablar con mis amigos antes de los exámenes, los extrañé mucho y siempre pensaba: ojalá estuvieran aquí conmigo”.

¿Esperabas ganar?

“Siempre tuve la esperanza de que dijeran mi nombre, cuando mencionaron a Bárbaro ya me puse muy nerviosa porque seguían llamando a personas y ninguna era yo, hasta que finalmente llegó el momento; lo mejor de eso fue ver la felicidad de mis entrenadores cuando bajaba del escenario con la medalla y cuando llegué a donde estaba el resto del equipo y nos abrazamos. Estábamos contentos porque sabíamos que Yepe iba a obtener una medalla de plata, seguramente, aunque un poco tristes por mi otro compañero, Osmani Lázaro Fernández Fiallo, que estuvo muy cerca de obtener la Mención Honorífica”.

Aunque hay muchas personas detrás de tantas jornadas de preparación y enseñanzas, ¿no hay un nombre en particular?

“Agustín Plasencia es lo máximo, sin duda alguna. Sin él nunca hubiera podido conocer todo esto y le estaré eternamente agradecida por ello”.

Y en el camino, otras dedicatorias no menos especiales: “A toda mi familia, sobre todo a mi mamá por el apoyo y especialmente a mis abuelos que se levantaban y me veían estudiando (me dieron por irremediable); a mis amigos; a Ernesto, a Daniel, a Melanie y a Alexandra por alegrarme el día con nuevas cosas; y, aparte de Agustín, a los entrenadores que me ayudaron a llegar hasta acá, sobre todo al que me dijo siempre que podía.

En medio de su preparación, la familia enfrentó situaciones angustiosas, pero se sobrepuso con la entereza de quien tiene muy bien enfocadas sus metas.

“Fue triste no estar cerca de mi familia en momentos difíciles. Me pongo a pensar en lo mucho que me apoyaban esos que ya no están y me hace feliz pensar en que ellos también estarían felices; o lo están, ¿quién sabe?”.

¿Alguna carrera en particular te roba el sueño?

“Quisiera estudiar Química pura, quiero descubrir muchas cosas nuevas y dedicarme a encontrar más, aunque también estoy valorando la ingeniería…”.

Este resultado… ¿un sueño cumplido, un alto en el camino o un punto de partida?

“No lo sé, todavía queda tiempo para pensar y estudiar”.

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