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José Antonio Rodríguez López, un hombre con el arte de la pintura en la sangre

Este 10 de octubre se cumplen 39 años de la desaparición física de José Antonio Rodríguez López. Desde la página web de La Voz de Cabaiguán se honra su legado

jose antonio
Este cabaiguanense nacido en la zona de Manaquitas vivió apasionado por la pintura desde temprana edad.

Por: Daisy Pilar Martín Ciriano

Muy temprano, en los inicios del siglo XX, Cabaiguán tuvo artistas dedicados a la pintura. Sus obras impíricas, en muchos casos, reflejaban en gran magnitud la hermosa naturaleza de los campos que rodeaban el poblado, su follaje, animales y riachuelos. El colorido permitía disfrutar a simple vista de cada obra, retrato o paisaje.

Si es preciso recordar a estas figuras como Mariano Tobeñas, que aunque espirituano dejó aquí su impronta en los tiempos que laboró como maestro. También Richard Hastenbert, El Francés, el canario Manuel Lorenzo, entre otros, pero hay que detenerse en la obra pictórica de un cabaiguanense, de origen canario, que fue el primero del territorio en cursar estudios en San Alejandro, en 1929.

José Antonio Rodríguez López, nacido en la zona de Manaquitas, tenía el arte de la pintura en su sangre. Cada papel que pasaba cerca de sus manos, llevaba un dibujo a creyón.

 Obtuvo por concurso sus estudios en el alto centro de Artes Plásticas habanero y allí recibió clases de notables de la pintura como Romañach y Armando Menocal.

Rodríguez López no solo fue pintor, sino también profesor en Santiago de Cuba. Tras graduarse y cursar el Servicio Militar en Nicaro, recibió la invitación de amigos santiagueros de trabajar en el centro provincial de Artes Plásticas José Joaquín Tejada. Tanto fue su apego a los santiagueros que allí permaneció hasta 1975, fecha en que acogió la jubilación y retornó a Sancti Spíritus.

Sus obras más notables se destacan en los claros oscuros, los retratos, paisajes campestres, marinas y pinturas a creyón. Muchas de éstas se conservan en el Museo Municipal de Cabaiguán. También incursionó en la escultura.

La impronta de José Antonio marcó una etapa en la pintura cabaiguanense y es reconocida por los pintores que le sucedieron al crearse la Escuela de Artes Plásticas en el territorio.

A 39 años de su desaparición física, se reconoce aún su obra en el territorio. Falleció en Sancti Spíritus el 10 de octubre de 1986.

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