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La zafra del corrientazo en el central Melanio Hernández (+fotos)

La zafra en Sancti Spíritus camina por la segunda mitad con adelanto, buen rendimiento industrial y envidiable balance energético; pero se muele bajo, con cierto desfase en la cosecha

zafra

Si le tomamos el pulso a la campaña del central Melanio Hernández, tras dos meses de operaciones, tal vez lo mejor sería decir que es la zafra del corrientazo porque, sin quitarle valor a la eficiencia que consigue la industria, el comportamiento energético sobresale como lo más positivo; supera hasta los cálculos precontienda, tanto que el ingenio se autoabastece por encima del 135 por ciento y ha entregado a la red nacional más de 2 000 megawatts.

El balance energético resulta envidiable en medio de un problema feliz: el atoro en la casa de bagazo, como resultado del buen trabajo de las calderas y la compactación del proceso fabril, al punto de que ha parado el ingenio más de una vez porque no hay dónde meterlo; sin embargo, una es fuente de energía que puede dar margen a continuar la generación una vez terminada la contienda.

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Aunque no es la encomienda principal, reviste importancia que en tiempos de zafra se genere electricidad quemando el bagazo, más en la coyuntura actual. Pero la fábrica de Tuinucú arrancó para respaldar derivados y, sobre todo, hacer azúcar, cubrir los consumos de la provincia y otros encargos del país. Una cosecha pequeña en disponibilidad de materia prima, producción y en tiempo; inédita, si vemos que más del 60 por ciento del abasto descansa sobre la caña de las unidades productoras del central Uruguay; pero, además, una contienda golpeada por los recursos y bajo las dos caras de la sequía: no interrumpe la cosecha, pero aprieta la plantación.

La zafra en Sancti Spíritus sobrepasó la mitad del plan de azúcar, con lo cual supera la producción de la campaña precedente —hasta el miércoles rebasaba las 13 300 toneladas de azúcar—; tiene a favor el adelanto productivo, a partir de que logra con el rendimiento industrial, el más alto del país, amortiguar la discreta molida —56 por ciento— y ahorrar caña; no obstante, hay señales de un peligroso desfase en la cosecha. Sería negativo que en el segmento final predominen los cañaverales de Jatibonico, los más alejados.

En el tiempo perdido en la primera mitad de la contienda, el ingenio aportó alrededor del 20 por ciento, entre roturas e interrupciones; el resto obedece a la falta de caña, donde inciden el corte mecanizado y el ferrocarril. Si no ocurre una falla de envergadura e imprevista, la campaña prevé su terminación en la segunda mitad de marzo, propósito que, hasta ahora, encuentra respaldo en el estimado cañero.

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LOS PEDACITOS DE LA ZAFRA

Tiene tantos pedacitos la zafra del ingenio de Tuinucú que se vuelve un rompecabezas armar ese engranaje de corte y tiro de caña desde campos arrimados lo mismo a Fomento, al sur de Sancti Spíritus que a Jatibonico o al lado allá de Majagua, en Ciego de Ávila. Casi hay que jugar ajedrez para articular todos los días una cosecha que depende mucho de la caña más alejada.

Es una zafra montada en los hombros de los trabajadores, que demanda de la sapiencia, de la innovación, el compromiso y la motivación de cada uno, afirma Antonio Viamontes Perdomo, director de la Empresa Agroindustrial Azucarera Melanio Hernández. “Siempre dijimos que lo más complejo era la vinculación ferroviaria con Uruguay, un tráfico que ha tenido altibajos y hoy la problemática principal es poder poner el mayor nivel de carros jaulas vacíos en los centros de acopio de Jatibonico, porque cuando faltan se desestabiliza el corte; lo otro es que, sin ser alarmante la situación, la zafra se nos ha desfasado un poco porque últimamente se ha molido más caña de las áreas del Melanio Hernández que de las del Uruguay; hay que acorralar esa descompensación”, detalla.

¿Qué trabaje solo un central y el plan de azúcar sea corto quiere decir que se hace una zafra sencilla?, indaga Escambray.

“De sencilla no tiene nada, solo esa vinculación de caña desde Jatibonico sobre el soporte ferroviario resulta muy compleja por todos los pasos que involucra; eso es casi otra zafra diaria. Sí, es pequeña y hasta se puede pensar que con el balance de recursos de dos empresas en función de un central es para que la cosecha fuera un reloj y estuviera la chimenea desbordada de caña; sin embargo, no es así por las complejidades con que se hace la campaña, el déficit de recursos afecta”, señala Viamontes Perdomo.

Bajo ese escenario camina la campaña en Tuinucú —faltan por producir unas 10 000 toneladas—, con parámetros positivos en la eficiencia, no exenta de algunas roturas e interrupciones en el ingenio, pero no han sido grandes, comparadas con fallas imprevistas ocurridas en otras contiendas.

“Zafra sin susto no hay; sin preocupaciones, tampoco”, aclara Viamontes Perdomo y, apela a un ejemplo: “En el tándem se han cambiado tres coronas a los molinos, eso es cambiar la masa, trabajos que nos han llevado 10,12, 14 horas, siempre planificados. ¿Por qué en medio de la molida?, porque empezamos con las coronas viejas del año pasado, ahora aparecen y se sustituyen sobre la marcha; es una campaña tensa porque no hay margen para equivocarse”.

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SOPORTES DE LA CONTIENDA

Alrededor del corte mecanizado se vive la misma intensidad de lunes a domingo. Esa mañana que Escambray llegó a los cañaverales de la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) Tuinucú, la caña quemada tiznaba la cosecha, los medios y a todo el que se arrimara al plantón.

Mas, el tizne no es asunto que preocupe a Tania Morera Pérez, la jefa del pelotón 1 Tuinucú; tampoco sobrellevar las riendas de una responsabilidad nada común para la mujer. “No te voy a decir que es cómodo mandar una dotación de hombres en la zafra, pero se hace, aquí lo que decide es que las máquinas corten caña. Se enfermó el compañero que estaba ahí y le dije al jefe de la UBPC: Bueno, te voy a dar un apoyo hasta que encuentres a otro, a ver si el pelotón cabalga; oiga, llevo cinco años y no me han bajado de la montura”, comenta sin mirar sus 59 años ni los achaques de salud.

“La zafra es una obra de sacrificio y amor por lo que haces, con frecuencia nos agarra la noche en el campo; días atrás, cuando llegué a la casa me puse a limpiar, pues terminé a las tres de la madrugada. Me dice mi esposo: ‘Ya no te acuestes, porque te vas a quedar dormida’; le hice caso, puse la lavadora, terminé de lavar a las cinco y pico y arranqué para el corte otra vez. La suerte que a estos hombres casi ni hay que mandarlos, han pasado la vida picando caña; me dicen que soy algo resabiosa; figúrese, el resabio también empuja”, dijo Tania con el aval de 32 años en el sector.

Por otro frente de corte encontramos al mecánico Silvio González Lorenzo, integrante del pelotón 11 de la Cooperativa de Producción Agropecuaria Primero de Enero, uno de esos magos que dan vitalidad a las viejas combinadas cañeras KTP.

“Llevo 48 años al lado de las KTP, creo que no hay rotura que ya no conozca, fíjate que estoy con estas dos máquinas desde 1988. La zafra tiene limitaciones, pero el primer recurso es el hombre, y el conocimiento que tenga; la misión es mantener la combinada en el campo, que tenga resultado, para eso la clave está en tener tres o cuatro variantes para solucionar la rotura”, expresa mientras reposa el cansancio recostado al neumático del taller móvil.

Lejos del cañaveral, trepado en una caseta desde donde se dirige la primera parte de la operación en el ingenio, interviene Felipe Lugo Ramos, jefe de molida del turno A, en el central Melanio Hernández.

“El ingenio ha respondido —dice casi gritando ante tanto bullicio industrial—, siempre hay su rotura porque es un área de mucho movimiento, pero la operación sale, lo que hace falta es caña, porque por aquí empieza la eficiencia. No se preocupe por la bulla, es señal de que se está moliendo; además, le garantizo de que con el turno A el molino esta seguro y la zafra de Tuinucú va pa’lante”.

Tomado de Escambray.

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