El Huracán Melissa impactó con toda su fuerza en el oriente cubano. Más, una vez más nuestro pueblo sabrá levantarse y seguir adelante con la solidaridad y valentía que lo caracteriza

Por: Lillipsy Bello Cancio
¿Ficción o realidad? Puede ser esa la primera disyuntiva a la que se enfrenta cualquier persona que haya podido ver las imágenes de lo ocurrido en el Oriente cubano tras el paso de Melissa, el huracán que con categoría 3 tocó tierra por playa Francés en Santiago de Cuba y que por varios días, lueglllo de abandonar el territorio, puso a prueba las muchísimas capacidades de los de esta Isla, innumerables, cuando de salvar a los suyos se trata.
La devastación, no solo de la naturaleza, sino de todo cuanto encontró a su paso, tal pareciera que fuese originada por un ensañamiento atroz; el dolor causado, las lágrimas arrancadas a miles de compatriotas, el miedo que durante las interminables horas de aquella madrugada del 29 de octubre mantuvo en vilo a cuatro provincias cubanas no podrán olvidarse jamás… como tampoco las épicas páginas de heroísmo, solidaridad y altruismos escritas por otros tantos hijos de esta Isla irredenta desde el cielo y en la tierra.
Todavía se cuantifican los daños materiales, sí, porque los ocasionados al alma de quienes lo perdieron todo, esa cuenta no existe ser humano capaz de descifrarla. Como en ocasiones anteriores, la vivienda, la agricultura y las infraestructuras viales, eléctrica, telefónica e hidráulica son las víctimas principales de uno de los organismos meteorológicos más fuertes y peligrosos que ha azotado el área del caribe.
Pero con lo que sí no pudo Melissa fue con la resiliencia, más descomunal que su propia fuerza, de los cubanos, acostumbrados a levantarse siempre, por duro que sea el golpe. ¡Claro! que para ser honestos lo hemos logrado por más de seis décadas, gracias también a nuestro enemigo más cercano, más poderoso, más implacable.
Por eso, es lamentable que tantos cubanos no hayamos podido ver las historias contadas por nuestros reporteros: los heroicos rescates de mujeres, niños, ancianos y hasta mascotas tras el desborde del Río Cauto, dirigentes de todos los organismos, de todos los niveles allí donde hace falta, “en la caliente”, sin ningún ringo, ni mucho menos rango, sosteniendo una anciana, cargando una niña, trasladando las poquitas pertenencias que pudo recoger la madre ante la premura de la partida.
Resulta imposible resumir en tan corto espacio radial las tamañas hazañas protagonizadas por los hombres de Verde Olivo, por la Cruz Roja cubana o por el Cuerpo de Bomberos de la Isla, por los contingentes de linieros y especialistas de ETECSA que comienzan a devolverle, con la luz y la voz, la esperanza a cientos de miles de compatriotas.
¿Y qué decir de ese pueblo nuestro? Ese que nos confirma las razones de nuestro orgullo de ser cubanos: el que protesta sí por los agobios de unos interminables apagones, el que sufre la escasez de medicamentos y denuncia constantemente las consecuencias de una inflación que tal pareciera no tiene para cuándo acabar… pero que es el mismo capaz de poner en riesgo hasta su propia vida por salvar la de un hermano, de arriesgarse en medio de la lluvia y el viento más atroz para que la embarazada, a punto de dar a luz, llegue a tiempo al hospital, de salir a las calles a recoger escombros y al menos borrarle el rostro al dolor, de copiar cuanto pueda para enviar a quienes nada tienen.
Juguetes con cartas de niños para los “amiguitos” que lo reciban, ropa, zapatos, donaciones de comida de campesinos, MIPYMES y trabajadores por cuenta propia, artículos de aseo y hasta lo más inimaginables camina ya hacia su destino junto a la solidaridad de un montón de compatriotas residentes hoy en otros lugares del mundo y países que no esperaron para constatarnos el valor de su amistad incondicional: Venezuela, Colombia, República Dominicana, Italia y Arabia Saudita son ejemplos de ello, a lo cual se suma el ofrecimiento de asistencia material por una valor de tres millones de dólares estadounidenses por vía del Servicio Católico de Ayuda de Estados Unidos que aportaría el gobierno de ese país.
Melissa arrasó y destrozó todo cuanto encontró a su paso… con lo que no contaba esa “señorita” era con que en esta pequeñita Isla del Caribe hubiera un pueblo, capaz no solo de resistir y sobrevivir a la intensidad de sus vientos y sus lluvias, sino de levantarse y una vez más, volver a empezar…
