martes, agosto 26El Sonido de la Comunidad

Los Canarios, Cabaiguán y el ferrocarril (+ Fotos)

El ferrocarril en Cabaiguán y los canarios que se instalaron en busca de mejoras económicas están unidos en la historia de este territorio

Los canarios también laboraban como operarios en los trenes.

Por: Daisy Pilar Martín Ciriano

Siempre que se trata la llegada del ferrocarril a Cabaiguán, a inicios de siglo XX, se introduce la presencia canaria en el tema. Resulta muy ajustado al tema, pero es que la historia de la construcción del ferrocarril en Cuba, está más unida aún con su presencia. Solo hay que remitirse a la construcción iniciada del ferrocarril, estos caminos de hierro fueron iniciados en 1835 y su primera mano de obra, fueron los canarios. Los que por un mísero salario y 16 horas de trabajo, condiciones de comida y vivienda, recibían 9 míseros pesos al mes. Pero su trabajo era mucho peor, rellenar ciénagas,  rebajar montañas, construir puentes y alcantarillas, y otras cargas.

Con la construcción de los diferentes tramos en la región habanera y después a Júcaro y Caibarién, se encendió la llama del interés por adentrarse en la región central, hacia Puerto Príncipe, Nuevitas y Santiago.

Aquellos canarios que llegaron como inmigrantes en busca de mejoras, no sabían los abusos a que fueron sometidos sus coterráneos, tiempo atrás. Cada riel, cada polín o alcantarilla tenían gotas de sangre y sudor, pero lo importante para ellos fue llegar a establecerse en la región Central: Cabaiguán, Zaza del Medio, Taguasco, Camajuaní, principalmente.

Tiempo después, el trabajo de arreglo y mantención del estado del coloso de hierro, se organizó en cuadrillas. Muchos hombres de los caseríos y poblados se alistaron como obreros. Las casillas del tres, tanto de pasajeros como de mercancías, rodaban y se cargaban de productos del agrícolas, pero también de otras mercancías, incluyendo la madera para reparar las vías, los clavos y las barandas.

Todavía los que peinan canas en Cabaiguán, recuerdan el almacenamiento de maderas tratadas que se establecían en el área del ferrocarril que queda frente a la funeraria, así también el desplazamiento de la frágil ‟chispita‟, pequeño medio de transporte que permitía a los reparadores trasladarse con rapidez hasta el lugar donde solicitaran su trabajo.

No era asombro para los cabaiguanenses ver por casi el centro del pueblo, el paso de los trenes, las oscuras locomotoras con sus bocanadas de humo y el adiós del retranquero, en el último vagón del tren.

Hoy, los trenes pasan alejados del pueblo, los polines y los clavos de hierro fueron sustituidos por piezas de concreto y las locomotoras negras y humeantes, desaparecieron. A más de 120 años del envío del primer embarque de maíz por tren para Santa Clara, la estación muestra su nombre imborrable.

El confort barrió con esa historia, aunque a muchos aún le parece ver pasar por la vieja estación los lentos trenes y ver al viejo de ojos azules, dar la salida desde la punta del andén, con una banderita de tela decolorada.

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