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María Luisa: La guerrillera del silencio, una mujer de altos quilates (+ Fotos)

María Luisa Romero, no presume, ni se jacta, de sus hazañas como la única fémina en la provincia con la doble condición de combatiente (clandestinidad y Ejército Rebelde)

María
La vida de María siempre ha estado ligada a la Revolución.

Por: Hugo Crespo Crespo

– No fui de las mejores tabaqueras, ni de las más rápidas en concluir la norma, ni la más destacada, pero sí me caractericé por el respeto, disciplina y calidad de la obra que salía de mis manos.

Así se expresa María Luisa Romero Fernández, más conocida por Deyanira como seudónimo de guerra o Yeyo, vecina del Edificio 4 de la Calle Silverio Blanco en Cabaiguán.

Esta mujer con casi nueve décadas de vida, tiene estas y otras historias que contar durante su labor en la Fábrica de tabacos torcidos Alfredo López Brito, así de cómo llegó hasta este pueblo y de los oficios que tuvo que desarrollar para poder ayudar a su madre, quien había quedado sola al cuidado de sus demás hermanos y hermanas.

Esta valiente mujer, que hoy reside sola en su apartamento, rodeada del cariño de vecinos y familiares, a pesar de no tener hijos biológicos, por azares de la vida, en el año 1975 comienza a laborar en la otrora fábrica de torcidos Bauzá, en la cual logra su retiro en el año 1992 después de 17 años en este centro.

María Luisa, como torcedora alcanzó la Sexta categoría, después de pasar por otros niveles, donde en este ya llega a confeccionar ¨El laguito 1¨. Además, lo hizo también en otras marcas como Romero y Julieta y Mareva.

Es aquí donde conoce a Argelio Lazo Barreto, alias Camagüey, con el cual comparte el resto de su vida, hasta el fallecimiento de él, dejando hermosos recuerdos y una familia adoptiva que hoy día, la protege y apoya en todo su proceso de la vejez.

En esta etapa participa de forma activa en todas las tareas asignadas, asiste a trabajos voluntarios y es aceptada en las filas del Partido.

Al mismo tiempo que desarrolla este oficio, cuida a su madre, hasta su partida física, mujer que siempre mantuvo la firmeza, el trabajo honrado, la sencillez y humildad, durante los años difíciles de la etapa neocolonial que le tocó vivir, lo que marcó su niñez, adolescencia y parte de su juventud.  

¿Pero qué más existe en esta mujer, que no sólo fue tabaquera?

 María Luisa Romero Fernández, nació el 9 de septiembre de 1935 en Vega Alta, Vueltas, territorio de la antigua provincia de Las Villas, perteneciente hoy a Villa Clara. Sus padres se nombraban Sacarías y Elena.

En plena infancia, María Luisa junto a sus hermanos sienten la ausencia del padre de familia en circunstancias muy difíciles para el hogar cuando su madre esperaba a dar a luz a otros de sus hermanos con el cual harían un total de seis.

Realizando trabajos como criadas y otras labores poco remuneradas pudo María Luisa o Deyanira, realizar hasta el cuarto grado en una escuela rural de la comarca, donde no pudo continuar por no contar con recursos para ello.

En el año 1950, la madre al frente de la familia, decide venir hacia Cabaiguán, un lugar el cual acogía a muchos emigrantes de otras regiones del país, por sus tierras fértiles y principalmente el cultivo del tabaco el cual necesitaba fuerza de trabajo.

Establecida Elena con sus hijos en Cabaiguán, comienzan a buscar el sustento como criadas en las viviendas de los más pudientes de la ciudad y poco tiempo después María Luisa, se inicia como trabajadora en la fábrica de ajustadores ¨La Tomasita¨.

Corría ya el año 1957, en el cual se alista en la lucha clandestina bajo la dirección del médico Roberto Vera y de Carlos Pérez, en la venta de bonos, traslado de armas a otros sitios de la demarcación, participación en mítines, colocar obstáculos en las calles por donde transitaban los autos de los esbirros batistianos y colaborar en cada una de las tareas emanadas del Movimiento 26 de Julio en la localidad con grandes riesgos para su vida.

Con el transcurso del tiempo María Luisa Romero, se fue ganando la confianza y el respeto de sus compañeros de lucha hasta que la dirección del Movimiento decide que permanezca en el Escambray donde estaría a las órdenes directas de Ernesto Guevara.

Junto a los hombres del Che, Deyanira, pudo interiorizar en la personalidad del Guerrillero Heroico, tenerlo bien de cerca, conversar con él, comprender la grandeza del argentino, su inteligencia, y manera para actuar ante los demás.

En una ocasión cuando unos periodistas visitan la zona, no deja que tomen fotografías de María Luisa para no arriesgar su vida, pues ya con todo lo realizado podía peligrar su vida.

Posteriormente continúa junto a la tropa del Che y participa como un soldado más en la toma de Fomento y Cabaiguán.

Fueron entonces las propuestas de muchos de los combatientes como Olo Pantoja que le propusieron a María Luisa continuar para La Habana y después quedarse en la capital, pero la negativa fue rápida al no dejar detrás a su madre y otras personas que necesitarían posteriormente de ella.

Logra alcanzar el 6to y 9no grados en la Facultad Obrero Campesina y comienza a laborar como auxiliar y jefa del comedor escolar en la escuela Tomás Pérez Castro, para después incorporarse a la Fábrica de tabacos torcidos Alfredo López Brito donde se jubila en el año 1992.

María Luisa Romero, ostenta las medallas 20 y 50 aniversarios de la Revolución, la medalla de combatiente del Ejército Rebelde y Lucha clandestina, Medalla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, de la Federación de Mujeres Cubanas, de los Comités de Defensa de la Revolución y diplomas por mantenerse durante 18 años dirigiendo la Asociación de Base de combatientes¨ Vladimir Rodríguez¨.

Allí en el Edificio 4, de la calle Silverio Blanco entre las calles D del Norte y E, reside esta mujer que supo salir de los escollos y heridas más profundas que marcan secuelas en el ser humano para hoy poder contar estas historias, repletas de valor, consagración y humanismo.

A sus casi 90 años, Yeyo, su apodo más conocido, es una mujer llena de vitalidad y fuerzas. Su pulcro apartamento aún recibe la atención directa de sus energías, que, a pesar de algunas dolencias, realiza todas las labores domésticas como cualquier mujer de menor edad.  

Atenta, hábil conversadora, de una cultura e inteligencia innata, fuerte de carácter, de nobles y profundos sentimientos; la protagonista de esta historia, no solo mantiene su belleza exterior y gusto al vestir a pesar de los años, sino sus altos valores adquiridos a través de una época que a pesar de grandes vicisitudes pudo encontrar en ella un ser humano lleno de bondad, respeto y amor por sus semejantes.   

María Luisa Romero, no presume, ni se jacta, de sus hazañas, como la única fémina en la provincia con la doble condición de combatiente (clandestinidad y Ejército Rebelde),  ni esquiva  los avatares de su vida, muy modesta y sin ser madre biológica, esta mujer cubanísima es el símbolo de esa dulzura y entrega a los demás,  que ha puesto en práctica a través de una trayectoria  donde a pesar de los duros golpes recibidos, puede estar segura como dijera José Martí, que las campañas de los pueblos son débiles cuando en ellas no se alista el corazón de la mujer, y el  de María Luisa, Deyanira o Yeyo, ocupa, para quienes la conocen,  un lugar muy especial.

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