Mario García Reyes encierra en su conducta las virtudes propias del verdadero revolucionario de ahora y de siempre, paradigma de aquellos valores en los cuales se aspira a forjar a las nuevas generaciones de cubanos

Por: Daisy Martín Ciriano
Cabaiguán es un pueblo al cual emigraron muchas personas, por lo general hombres, los que independientemente de la migración canaria, traían como prioridad laborar en la industria tabacalera. Uno de estos hombres lo fue Mario García Reyes.
Su familia era pobre y numerosa. De los diez hermanos solo ocho sobrevivieron. El padre trabajaba en el central Narcisa, lugar donde residían. Allí tuvo la satisfacción de haber sido alumno del maestro Raúl Ferrer Pérez por dos años. Aproximadamente alcanzó el segundo grado; pues el padre murió joven en un accidente y quedaron huérfanos. Fueron educados por la madre en un hogar lleno de privaciones, pero fieles a los principios de la honestidad y la honradez. Mario contribuyó desde muy pequeño al sostén de la familia.
En 1940, se muda con su madre y dos hermanos para la calle 2ª del Oeste, hoy Alfredo López Brito, en Cabaiguán. En este período, realiza el trabajo de limpiabotas, maletero (por diez centavos y el almuerzo) y vendedor ambulante de ropas. En este período también se dedica a cargar maletas para un vendedor ambulante de ropas por solo 10 centavos y el almuerzo. Posteriormente, pasan a vivir en El Jardín, detrás de donde actualmente se encuentra la Unidad de la Policía, cerca de la Escogida de tabaco El Noventa. En este período aprendió a hacer melcochas, cariocas y dulces para vender en la calle. Luego se marcha a la casa situada en Agramonte, al fondo de donde actualmente se halla la Sala Techada. Por entonces se dedicaba a vender cariocas y maní tostado en la calle. Los cambiaba por botellas o por dinero. Más tarde, a los 14 años, va a trabajar cargando matules de tabaco en la Escogida de El Noventa. En el almacén que tenía José Yanes aprendió el oficio de tabaquero con Francisco Sarmiento.
Mario se desempeñó como torcedor de tabacos desde 1946. Con 16 años se fue para La Habana a trabajar y a aprender sobre el oficio en una fábrica grande de la familia Pérez Guelmes. Allí conoció a Faustino Pérez. A los 17 años regresa a Cabaiguán y pasó a trabajar como tabaquero en la fábrica Lucumí, conocida popularmente como “casa de los comunistas”. En este centro se consagró como un verdadero conocedor del oficio y se inició como revolucionario y estableció vínculos con los comunistas. Los discursos de Juan Santander contribuyeron a que en 1947 se incorporara al Partido Socialista Popular.
Entre las tareas revolucionarias que desempeñó se encuentra la creación de una fábrica de creyones para pintar letreros en las paredes en contra de la tiranía batistiana. En este período, todas las actividades eran clandestinas, varias veces estuvo preso por esta causa.
En 1949 empieza a trabajar en la Fábrica Bauzá y Yánez. En sus actividades conoce a Noelia Tarancón Lorenzo. Con ella se unió en matrimonio en 1950. Crearon una familia con cuatro hijos.
Cuando trabajaba en la Fábrica Bauzá lo llevaron a la Jefatura más de quince veces por pertenecer al PSP y tener ideas contrarias al régimen. Fue en 1955 dirigente sindical en esta Fábrica; aunque el Partido se oponía a que aceptara el cargo por falta de experiencia, pero salió electo dirigente de la Fábrica.
Tuvo una activa participación en la huelga por el diferencial azucarero (1955-1956).
Después de su participación en el desfile del 1º de Mayo de 1957, y residiendo en la calle Cuba, le pintaron una cruz negra como advertencia de muerte. Mario continuó como dirigente sindical y miembro del PSP.
Después de la llegada del Che al Escambray, como otros cabaiguanenses, subió a las lomas a finales de octubre de 1958 para incorporarse a la lucha guerrillera y después del triunfo revolucionario desempeñó múltiples actividades, como integrarse a las milicias de la fábrica Bauzá, pasar un curso de artillería en Ciudad Libertad, y cuidar las costas de Trinidad durante la agresión a Girón.
En 1975 llegó a Angola en uno de los primeros grupos de cubanos. Regresó en diciembre de 1977 y se incorporó a la tabaquería. Se mantuvo como dirigente sindical, participando incluso en nueve zafras azucareras y llegó a integrar la brigada millonaria Jesús Menéndez.
Continúa todo este tiempo como tabaquero en la Fábrica. En 1988 participa en la construcción del conjunto monumental al comandante Camilo Cienfuegos en ocasión del XXV Aniversario de su desaparición física. Terminada esta obra le llega la jubilación, pero continúa su labor como constructor en Cayo Coco. Se jubila en 1989.
Mario García Reyes encierra en su conducta las virtudes propias del verdadero revolucionario de ahora y de siempre. Él es un paradigma de aquellos valores en los cuales se aspira a forjar a las nuevas generaciones de cubanos.
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