Las Parrandas de Guayos acaban de cumplir sus 100 años y se celebró a la altura de ese acontecimiento. Muchas felicidades a cada barrio parrandero y al pueblo que tanto se merecía esta fiesta popular y tradicional
Por: Lillipsy Bello Cancio
Después de un ciclón, dos aplazamientos y una muy compleja situación epidemiológica, Guayos celebró el centenario de una de las tradiciones más movilizadoras, populares y hermosas de la región centro- norte de esta Isla bella: las Parrandas de las ranas y los chivos.
Un estallido de emociones se vivió desde que al amanecer de este sábado la diana dio riendas sueltas a la imaginación, la fantasía y las pasiones de un pueblo que demostró cómo a pesar de tantas carencias y una poli-crisis sin precedentes se puede ser feliz y sobreponer la magia a la materia.
Y es que, según, sus principales gestores, los presidentes de los barrios “La Loma” y “Cantarrana”, desde que inició el 2025, arrancaron los preparativos de la que se sabía la fiesta mayor, la más esperada: manualidades increíbles, gestión de recursos, leyendas recreadas desde la imaginación del más creativo director hollywoodense, changüíes espectaculares, una “rivalidad armónica” que le puso, desde el primer instante, el picante más sabroso del que se tenga noticia hasta hoy.
Transcurrido entonces el fin de semana que trajo desde el más lejano confín del mundo al parrandero que hace años no vive en Guayos pero que conserva la pasión intacta, resulta obligado confirmar la trascendencia de la Parranda… y cuando digo “trascendencia” me refiero a todos los puntos de vista posibles: económico, cultural, social y político.
Sí, porque para nadie es un secreto que este fin de semana significó una para nada despreciable inyección de ingresos, tanto para el sector no estatal que acudió a las áreas de la fiesta a prestar sus servicios, como para el estatal, encargado además de controlar. Aquí resalta un tema que, aunque manido, no podemos obviar, pues los precios, astronómicamente elevados, pudieron controlarse un poquito más: si bien es cierto que “todo está caro”, también lo es el hecho de que una cerveza a 260 pesos, un pan con cerdo a 400 y una fritura a 40 son, como diría la juventud por estos días “cosa de otro nivel”.
Pero si nos concentramos en el acontecimiento cultural, en lo que a movilización de lo más genuino y estremecedor del alma humana se refiere, de lo que en materia de defensa de la identidad significan las parrandas, aquí hay que “quitarse el sombrero”: este fin de semana en Guayos usted era o rojo o verde, “tenía” que defender a un chivo o a su rana, era obligada la alegría que genera el orgullo por el resultado del trabajo del otro (que era como decir el trabajo de todos), había que tener muy claras y definidas las opiniones con respecto a las carrozas, los desfiles, los fuegos, las leyendas… y eso, dicho así, pudiera parecer frívolo, insubstancial, fútil, pero había que mirarle a los ojos a un guayense, había que adivinarle la emoción, mientras disfrutaba el momento de “su barrio”.
Lamentables las negligencias y los accidentes que dejaron como saldo preliminar una decena de heridos (quemados y politraumatizados), los cuales hasta el cierre de este comentario evolucionaban por diferentes niveles de gravedad: desde crítico extremo hasta menos graves o heridos leves: todos atendidos en los servicios médicos de nuestro sistema de salud, con las garantías de recursos disponibles para asegurar su recuperación. ¡Ojalá así sea y al final celebremos el regreso de todos a casa! Es esta asignatura pendiente de las Parrandas porque aunque la peligrosidad es uno de los ingredientes infalibles de estas fiestas, pudieran minimizarse las causas y condiciones que originan los siniestros. ¡Cien años acaban de cumplir las Parrandas de Guayos y sus principales actores las celebraron como se merece una tradición que tanta felicidad, dicha y satisfacción genera! Con los “muchos- poquitos” que pudieron aportar todas las partes se logró la fiesta mayor… ¡Y vaya fiesta! Los entendidos, a lo mejor pudieran agregar más a estas reflexiones… en la opinión de esta simple espectadora, más allá de sus luces y sombras, lo que sí queda claro es que hay parrandas para los doscientos y los trescientos y todos los siglos que están por venir! Estas, las que apenas han concluido, demostraron que la tradición puede significar una creación constante y confirmaron que la tradición nunca estuvo al alcance de los tradicionalistas….
