Raúl sigue siendo guía y faro de la Revolución Cubana. Su pueblo le brinda el amor y el cariño de siempre en este su cumpleaños 94

Por: Lillipsy Bello Cancio
Noventa y cuatro años cumple el General (un General que entrenó a su pueblo para evitar la guerra); noventa y cuatro años cumple y sus heridas (algunas aún sangrantes) no hacen más que confirmarle que cada una valió la pena; noventa y cuatro años y sus cicatrices le devuelven cada mañana la certeza de que el mundo, este mundo, por el que tanto ha luchado, todavía puede ser mejor… y nosotros también.
Cierto es que no fue nunca muy dado a los discursos, ni a las comparecencias públicas, ni a las muestras de cariño que le provocaba a la gente. Los enemigos lo tildaron a de militar insensible, arrogante dictador, impenetrable comunista… ¡cómo si el marxismo que aprendiera, sobretodo con Fidel, fuera la peor decisión posible!
Pero, más allá de las infundadas acusaciones, quienes lo conocen cuentan que es el más amoroso de los abuelos, el más exigente de los padres, el más feliz de los seres humanos cuando cada domingo logra reunir la prole, que no es poca y es muy intensa.
Dicen los que más cerquita de él viven que siempre prefirió el de incógnito porque el otro papel no estaba hecho para él: un hombre más de hacer que de decir, más de actuar que de convocar al combate, un hombre de los que se complacía con demostrar, desde su propia actitud, lo que todos éramos capaces de hacer.
Los que lo conocieron de niño, dan fe de su carácter travieso, inquieto, ¡casi incontrolable! Más de una anécdota reafirma su inclaudicable lealtad a su hermano el Comandante y a toda la familia, al legado de Lina y Don Ángel, a su entrañable Birán y a su admirada, querida y respetada Sierra Maestra.
Dicen que una vez Fidel se emocionó tanto hablando de Raúl que no pudo más que pararse en la sala mientras su hermano se cuadraba y le decía: “Comandante en Jefe, ordene”. Aquel día terminaron en un abrazo con los ojos cerrados, en lo que pudo parecer un año. Pero antes, mucho antes de ser Fidel y Raúl ellos, como dos hermanos cualesquiera, también se tiraron almohadas jugando en su cuarto.
Noventa y cuatro años cumple el muchacho que con apenas 27 años de edad comandó un frente guerrillero y vio caer a muchos de sus compañeros y había puesto él mismo su vida en peligro en el difícil camino para salvar la honra de la Patria.
Más de nueve décadas celebra este 3 de junio aquel joven que, luego de visitar la tumba de un combatiente, escribió en su diario de campaña: «Juré no descansar durante toda mi vida en la lucha contra los enemigos que nos saldrán al paso a lo largo de nuestra difícil tarea de revolucionarios honrados, y juré presentarme limpio y alegre de haber cumplido a cabalidad con mi deber»… ¡y cumplió!
Noventa y cuatro años cumple hoy un hombre modesto, que rehúye los reconocimientos; consagrado al trabajo y que prefiere los hechos antes que las palabras; jovial y entrañable; organizador nato y jefe intransigente ante lo mal hecho, el líder que trasciende las fronteras de Cuba, para convertirse en un referente para todos los revolucionarios.
Este tres de junio celebramos la vida de un hombre que suma más de 70 años de lucha y sigue con el pie en el estribo porque sabe que Cuba lo necesita, que Lationamérica no sería lo mismo sin él y que el Universo entero todavía se pregunta cómo es posible que disfrutara tanto las burlas y gastarle bromas al “serio Fidel”, quien en ocasiones le dio algún cocotazo que exigieran la intervención de Ramón para restablecer el orden y que aún así la admiración, el respeto y el cariño hubieran salido ganando. Tal vez por eso hoy, más que un cumpleaños, celebramos el nacimiento de un símbolo, la confirmación de una vida magnánima, coherente, intachable, una vida que llena de sentidos la frase: «Raúl es Raúl».