jueves, marzo 28El Sonido de la Comunidad
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Sardiñas, cultura y naturaleza

Hablar del Jobo como barrio y no mencionar a Gilberto Sardiñas Soa, es como mencionar La Habana y no tener en cuenta la ceiba del Templete.

Sardiñas´

Por: Osbel Ramón Díaz Mondeja

La arboleda de Sardiñas como se le conoce hasta nuestros días, es el corazón fundacional de ese barrio. Su amor por la naturaleza no tuvo límites y prueba de ello fue la gran variedad de plantas, sobre todo de frutales que llegó atesorar en su arboleda.

Mangos de diferentes variedades, guayabas, mameyes, caimitos, naranjas, aguacates y otras tantas resultaban el deleite de los actos de “piratería infantil” que practicamos quienes vivimos en ese barrio.

Tuvo una escopeta vieja con la cual intimidaba, pero nunca disparó.

Primero su maltrecha casa, en medio de aquella floresta, fue toda una biblioteca natural y luego años más tarde, cuando las autoridades decidieron construirle una vivienda más confortable, también cerraba sus puertas con cuadernos, libros y revistas.

Gilberto Sardiñas ante la ausencia paternal tuvo siempre a Orosia Sardiñas su madre como guía y encontró también en Don “Pepe” Borges un apoyo económico y humano. Tuvo una cultura impecable la cual puso en práctica como lector de tabaquería y llegó a ser fundador de la primera biblioteca pública del Libanes José Chamán Milla, para luego años más tarde ser también uno de los adelantados  de la actual biblioteca Beremundo Paz.

Hoy no vive físicamente y muchas frutas de su recordada arboleda quedaron en la última página del libro de la trasformación urbana. Mientras en uno de los capítulos de la historia de “El Jobo” quedaron para siempre la donación de un trozo de su parcela (para la construcción de la actual placita de acopio para la venta de viandas), el velorio que le realizaron los vecinos en su propia morada, las anécdotas del largo noviazgo que nunca consolidó en matrimonio con Antonia Cabrera (Antonia Cachimbero), sus pantalones negros, las camisas blancas, la gorra bolchevique y aquellos diarios versos los cuales recitaba en el portal de mi abuela.

…La vida,

es una lámpara encendida

en un aposento,

viene una ráfaga de viento,

la apaga y esa es la vida…

A inicios de los años 90 una ráfaga apagó su vida; pero la dedicación de Sardiñas por la naturaleza y la cultura en Cabaiguán mantienen encendida la  lámpara del recuerdo.

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