El Hijo Adoptivo de Cabaiguán se convirtió en eterno desde octubre de 1967
Por: Alexey Mompeller Lorenzo
El 8 de febrero de 1959 Cabaiguán lo abrazó más fuerte que nunca. No quería dejar ir al Che sin llevarse consigo el beneplácito de los agradecidos. Aquí sabían de sus intercambios con integrantes del Directorio Revolucionario 13 de marzo y campesinos de la zona que lo protegieron.
Antes, en los suspiros de 1958, ordenó tomar Radio Cubanacán para transmitir la historia escrita en las montañas con tinta verde olivo. La definitiva liberación del terruño le perteneció a Ernesto Guevara de la Serna.
El guerrillero mitad argentino, mitad cabaiguanense, regresó al poblado pero ya no al frente de la columna número 8 Ciro Redondo. Fue la última vez que lució la boina por la ciudad, testigo del traumatismo que sufriera en su brazo izquierdo durante la ofensiva final contra Batista.
Lo esperaban representantes de las denominadas Fuerzas vivas, miembros del Movimiento 26 de Julio y comisionados municipales para concederle al Comandante la distinción Hijo Adoptivo de Cabaiguán.
Antonia María Hernández, la escogida para entregarle el pergamino, y demás asistentes a la ceremonia, rememoraron por décadas ese instante que perdura en el salón de la segunda planta del otrora Ayuntamiento, hoy Policlínico I Faustino Pérez Hernández.
El gesto emocionó al condecorado y a los presentes. Devino el gran suceso, la noticia del día que acaparó titulares en medios locales, nacionales y cuantas cadenas foráneas siguieron el momento.
Los aplausos sellaron la retribución colectiva patentizada en el documento donde puede leerse: “Por el valor demostrado en la campaña de liberación y el afecto fervoroso que supo cultivar entre los pobladores”. Merecida reverencia para un hijo excepcional convertido en eterno desde octubre de 1967.
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