sábado, diciembre 7El Sonido de la Comunidad
Shadow

Eternamente, Celia

Celia Sánchez Manduley
Celia Sánchez Manduley.

La manzanillera que dejó la piel en las espinas de marabú cuando se arrastró entre ellas para burlar al enemigo soportaría luego las punzadas de los forúnculos que llenaron su cabeza. Sufrió en silencio aquellas curas con tal de aliviar el dolor de una Cuba que sangraba antes del alumbramiento de 1959.

Celia Sánchez Manduley llegó a la capital después de camuflarse en el llano y empinarse en la Sierra Maestra. Hasta allá la acompañó el acento de su natal Media Luna.

La integrante del Movimiento 26 de Julio que ocultó armas, la diputada de la Asamblea Nacional del Poder Popular que encima de tacones parecía tocar la gloria, fue la primera flor en el Ejército Rebelde y promotora del pelotón femenino “Mariana Grajales” donde curó enfermos, repartió solidaridad y compartió saberes.

Los guerrilleros la custodiaban pero ella que tantas patrullas esquivó, que se evaporaba en las cacerías batistianas y disimuló mensajes hasta en la sonrisa, era una tormenta en el lomerío. Desandó los trillos irreverentes con  total tranquilidad y postergó el amor con tal de liberar a la isla.

Un siglo ha transcurrido desde que la recibieran Acacia y Manuel, sus padres. Esta martiana de cuna, adoctrinada  por su progenitor con quien escaló el Pico Turquino para mirar juntos a los ojos del Apóstol en los días de su centenario, era una mujer de detalles.

La guardaespaldas de Fidel Castro se desveló por los hijos que nunca tuvo. En las montañas mimó a los pequeños que la veían como madrina; vivió para complacer a los niños y niñas de este país. A los que mejor saben querer, la Secretaria del Consejo de Estado dedicó obras y horas de sus jornadas; supervisaba personalmente cada uno de sus empeños.

La muerte sorprendió a Celia Sánchez Manduley cuando le faltaban sueños por abrazar y con el cáncer retratado en el rostro no cerró la agenda de trabajo.

Cuba le dio el último adiós en enero de 1980  pero todavía Ali y Norma, sus nombres de insurrecta, inspiran a quienes la sienten eterna.   

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