sábado, diciembre 7El Sonido de la Comunidad
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¿Hasta cuándo el acaparamiento?

En tiempos donde un virus se corona a la usanza de la realeza más empedernida, donde las cifras de enfermos varían incluso dentro del mismo noticiero que sale al aire por treinta minutos; en momentos en que la muerte acapara titulares y se anuncia una crisis económica mundial más profunda (si es que eso es posible): otra epidemia, muy peligrosa, se cierne desde hace mucho sobre la vida de los cabaiguanenses: el acaparamiento.

Y lo peor de este fenómeno es que, perdonando los conceptos de los especialistas, tal pareciera que la convivencia ¿obligada? con él, la creciente limitación de recursos de primera necesidad para la población y la ineficiencia de los organismos reguladores, han convertido a Cabaiguán en paraíso para quienes, además, devienen transgresores de la ley y de la dignidad humana.

Lo que aquí sucede no es otra cosa que la materialización del popular refrán  “a río revuelto, ganancia de pescadores”… solo que parece que este torrente, más que turbulento, resulta inagotable para quienes pudiera pensarse que tienen un vínculo estrecho con cada uno de los proveedores, ya sea de la Empresa de Comercio o de las tiendas recaudadoras de divisas, e incluso de las unidades farmacéuticas.

¿Qué nos hace concluir semejante afirmación? Nada más hace falta caminar la avenida “Sergio Soto”… allí puede usted encontrase un grupo de cabaiguanenses (generalmente son las mismas caras) en cualquier esquina donde esté situado un establecimiento comercial y preguntarles “¿qué van a sacar?”… No se sorprenda si le dan el itinerario completo del jabón, el detergente líquido, la jabolina y hasta unos posibles vasos “¡muy buenos, por cierto y están perdidos, así que hay que aprovechar”!… ¡y hasta con más pelos y señales que el propio administrador de la unidad!

Por otra parte, en no pocas ocasiones, esos “coleros” no pretenden acaparar la mercancía con el único propósito de revenderla… a veces es para guardar en casa “por si acaso”, y esto a riesgo de que se venza el producto, incluso si es una medicina y conservan cajas y cajas, aunque al final tengan de desecharlo.

Ya sé que muchos justifican estos comportamientos, ubicándoles su origen en la escasez… y es cierto, pero tampoco es la única causa, porque el afán de lucro, el “vicio” de acumular cosas que los demás necesitan para después sacarle provecho a quienes por cuestiones de trabajo o de otra índole no tienen tiempo ni pueden dedicarse a las colas, y el egoísmo signan el actuar de varios cabaiguanenses que no creen en vecinos, ni en familia ni en la madre que los parió.

Hace unos días leía un meme en Facebook que decía: “a esos que acaparan todo el jabón y los artículos de aseo y limpieza, piensen que si los demás no se lavan las manos o desinfectan sus casas, el riesgo no disminuye”… ¿entonces? 

Lo ideal sería que hubiera lo suficiente como para que a nadie se le ocurriera comprar un producto que después nadie le va a comprar a sobreprecio, lo correcto sería que el ENALAPRIL, la colonia BONABEL, los perfumes MARIPOSA y las cremas de tratamiento SKALA permanecieran en los estantes de las tiendas y fuera allí donde se pudieran adquirir.

Pero mejor sería que así como fuimos capaces de recibir un crucero en el que navegaba el CORONAVIRUS, así como hemos sido capaces de emocionarnos con una cubana cantando Cecilia Valdés desde su balcón en Mantua Lombardía, Italia; así como hemos estado al tanto de lo que sucede en cada rincón del mundo con una pandemia tan mortífera, nos detengamos a pensar que lo primero no es lo de uno; que no hay que competir para acabar con los demás; que no podemos seguir pensando que  sólo siendo el primero se es una persona realizada; que lo común (también lo público) es una carga y que cada cual debería obtener lo que aportase.

Es momento de pensar que compartir no es perder; que nunca vale todo con tal de salvarse personalmente y que sí importa que los demás queden pisoteados… son tiempos oscuros, pero tiempos para abrir los ojos y analizar lo que sucede con los cerebros y los corazones de las personas… ah! son también tiempos de esperanza porque aún hay personas que se entregan a la comunidad, que ceden uno de sus paquetes de detergente a la anciana que va detrás par que no se quede sin ninguno, son también tiempos en los que aún existe alguien que le dice al colero: “tú por aquí no pasas más”…. Y no pasa…   

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