Más allá de su valor ornamental, las amapolas han tenido gran relevancia en la medicina tradicional y moderna. Ciertas especies contienen potentes alcaloides en su savia, lo que las hizo valiosas para aliviar dolores

Por: Redacción Digital
Las amapolas son un grupo de flores herbáceas famosas por sus pétalos delicados y coloridos.
Generalmente poseen cuatro pétalos amplios de tono rojo vivo, aunque existen especies con flores rosadas, blancas o púrpura.
Crecen de forma silvestre en campos abiertos y bordes de caminos por gran parte de Europa, Asia e incluso Norteamérica.
Su floración ocurre a finales de primavera, formando espectaculares alfombras rojas en los sembrados. A pesar de su belleza llamativa, sus pétalos son frágiles y se desprenden con facilidad al más leve contacto.
La relación del ser humano con las amapolas se remonta a la Antigüedad. La adormidera (Papaver somniferum), especie de la que se extrae el opio, fue cultivada por las primeras civilizaciones hace milenios. Se han hallado restos arqueológicos que evidencian su uso desde el Neolítico.
En la mitología clásica, la amapola quedó asociada al sueño y el olvido: los antiguos griegos la vinculaban con Hypnos, dios del sueño, imaginando que en la entrada de su cueva crecían amapolas cuyos efluvios inducían somnolencia. Por extensión cultural, la amapola ha simbolizado el descanso, la paz e incluso la muerte en diferentes tradiciones.
Más allá de su valor ornamental, las amapolas han tenido gran relevancia en la medicina tradicional y moderna. Ciertas especies contienen potentes alcaloides en su savia, lo que las hizo valiosas para aliviar dolores. La adormidera es la más destacada: de las cápsulas de su fruto se obtiene el opio, rico en sustancias activas como la morfina y la codeína, que siguen utilizándose como analgésicos potentes.
