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Reemberto Abad un cabaiguanense que alumbró al Moncada

Horas previas al gran día fueron los últimos momentos del guayense junto a su familia. Reemberto Abad Alemán no acostumbraba a mentir  pero mientras su madre lo hacía en Matanzas, iba rumbo a la segunda fortaleza militar del país para cambiar el futuro de Cuba

Reemberto
Remberto Abad fue asesinado a los 25 años de edad

Por: Alexey Mompeller Lorenzo

No porque fue sietemesino era el más débil de todos sus hermanos. Dos libras y cuatro onzas cargó Isabel en sus brazos el 1 de septiembre de 1928. Carlos, el padre, miró a aquel guayense en miniatura que se le fue entre las manos.

Reemberto Abad Alemán Rodríguez como todo un  parrandero no pegaba un ojo cuando el Chivo subía a La Loma y del otro extremo una marea verde lo retaba. En el parque del pueblo corrió hasta que cambió El Elevado por el Malecón.

La Habana malherida lo recibiría en la entrada de la adolescencia y justo en la Calzada de Dolores, en Lawton, vio enlutarse al país. Los días en el aula los cambió por un mostrador y aún sin la sombra del bigote, sobre él pesaban las responsabilidades de casa.

Las noches las destinó a los libros y vencidos los exámenes obtuvo un título de comerciante que colgó en la pared porque para entonces un joven martiano no podía hacer cumplir los sueños del Apóstol.

No pocas veces llegó cubierto de cemento y con el peso de una isla desmoronada. Quiso poner a volar sus sueños. Un curso de Mecánica de Aviación impartido por el Instituto de Aeronáutica de California en los Estados Unidos se añadiría a su currículo. Por cartas logró certificarse.

Reemberto Abad fue uno de los mejores de su clase pero rechazó servir al gobierno norteamericano en la guerra contra Corea. Si ese era el precio que tenía que pagar para obtener el título, alguien que apostaba por la paz no podía bombardear sus principios.

Para esa época y desde mucho antes las inquietudes revolucionarias rondaban al guayense que sufría por su Patria. En los encuentros con la Juventud Ortodoxa se mantuvo cerca de Fidel Castro. La tropa que asaltaría la madrugada de la Santa Ana burlaba a los secuaces de Batista en sus narices.

Horas previas al gran día fueron sus últimos momentos junto a la familia. No acostumbraba a mentir  pero mientras su madre lo hacía en Matanzas, iba rumbo a la segunda fortaleza militar del país donde cambiaría el futuro de la isla. Llevaba puesto el traje que compró para casarse con Gloria.  Ambos acercaron sus labios y le prometió vestirse de blanco otra vez cuando no quedaran ni rastros de Batista.

Camino al apartamento de Abel Santamaría y en el viaje a Santiago de Cuba, Reemberto y todos los que hicieron historia en el siglo del Apóstol  pensaban  en la madrugada del 26 de julio.  En la tercera posta del cuartel Moncada cayó herido el único cabaiguanense partícipe de la gesta. Los soldados como cuervos lo acribillaron  y sus 25 años apenas se notaban en aquel cuerpo ensangrentado. Ese amanecer fue una derrota pero con el asomaron las luces de la libertad.

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