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Risita, memorias de un canario que lo salvó el agua ardiente

Antonio Risita, así le decían a un peculiar isleño que hizo de todo por sobrevivir al dolor de la partida de su patria natal y ya hace algunos años dejó sus huesos e historias en Cabaiguán

risita
Risita fue uno de los sobrevivientes del Valbanera.

Por: Aramis Fernández Valderas

Aquello era un dolor de huevos, decía Antonio Risita al hacer referencia a los primeros momentos de su llegada a Cuba procedente de las Islas Canarias.

Las costumbres son las  costumbres y sucede con ellas como el lomo de los caballos, que cuando le sueltan el primer basto encima comienzan a corcovear, “Pero a diferencia los isleños, un poquito menos caballos que las bestias, en la medida que corcoveábamos también hablábamos, gritábamos, llorábamos”, expresaba Risita uno de los sobrevivientes del Valbanera porque se quedó en el puerto de Santiago dándose unos tragos de agua ardiente.

“Se le echaba de menos hasta a la mala hierba, los silbidos de la gomera, los perros del paso, los cascajos del valle de Aridanes, que cosa esa”, afirmaba Antonio Risita cuando ya sobrepasaba los ochenta años y más de 60 en Cuba.

Todavía se extraña, si, como que no, y se sueña con aquello, la diáspora, es una jeringa, nada tiene que ver con los humanos.  Chico, me decía, antes de morir en la zona de los Pinos un asentamiento de Cabaiguan, “Sí las golondrinas van y vienen, pero nosotros a duras penas llagamos y para atrás, pocos, pero muy pocos regresaron Aquello, era un dolor de huevos”

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