viernes, marzo 29El Sonido de la Comunidad
Shadow

Una melodía llamada Papá

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Por Lillipsy Bello Cancio

Cuando me dispuse a escribir esta crónica y no le encontraba la punta a esta madeja debo confesar que pensé: ¡qué lástima que no se me dé eso de la música! ¡Qué pena que la melodía se me haya resistido siempre! ¿Por qué será que la beta esa de artista de la que presumo en algunos de mis primos a mí Madre Natura me la negó?

Y es que Martí dijo y dejó escrito para que lo tuviéramos claro, que la música es la más bella forma de lo bello… ¿Cómo prescindir de ella entonces cuando pretendo hablar de los padres, los de verdad, los que se han ocupado de confirmarme lo que desde que vine (o me trajeron) a este mundo sé: eso de que padre es cualquiera es una tesis que por lo menos a mí se me hace añicos todos los días.

Sí, porque los papás que me han hecho, han despedazado las distancias cuando de hacer llegar el mensaje amoroso a la hija se trata en medio de un concurso donde casi todas las demás tenían allí, sentado en el teatro hecho un manojo de nervios, a su viejo (que podía no serlo tanto, o no ser un experto o no tener ni la más mínima idea de lo que sucedía) pero ahí estaba… delante de la intérprete más talentosa que ojos humanos hayan visto.

Esos hombres a los que les debo, en gran medida, la persona, la madre, la hija que soy, me demostraron que no hace falta que sea mamá la que se levanta de madrugada para dar un medicamento o preparar la jaba de comida del pre o para acompañar a la estudiante a la terminal para coger la guagua que la llevará a la universidad en la capital.

A los padres de mi vida los he visto llorar sin consuelo por la ausencia del hijo el día del cumpleaños más esperado,  por el capricho de unos riñones que se empeñaron en producir piedras hasta el cansancio, por la zozobra que provoca la interrupción de un embarazo y hasta por el plato de comida que una dieta le impidió degustar a la más pequeña de la casa.

Padre no es cualquiera….conozco muchos a los que el corazón les ha alcanzado para cobijar a los hijos que la vida le puso en casa un día cuando el amor le desbordó el alma (y no vino solo); otros que a pesar de haber perdido a uno de ellos continúan recordándolos y venerándolos desde un dolor silencioso que hasta hoy y a pesar de los años, no les permite hablar del tema; y sé de no pocos a los que no les importa y a miles de kilómetros son capaces de movilizar la artillería completa “porque la niña salió a tomar helado de noche y demoró apenas media hora”… ¿y qué decir de los que son capaces de sobreponerse a la sorpresa y ayudar a la niña en su primera menstruación o al varón que se enfrenta a una primera noche de amor?.

Hay padres- abuelos y abuelos- padres, que asumen la responsabilidad de alimentar a sus nietas, diariamente y con el aderezo de la complacencia desmedida, la confabulación constante, el placer de disfrutar el brillo de aquellos ojitos ante el plato de espaguetis que mami regula por aquello de que “no es comida sana” o “recuerda que vienen las fotos de los quince”.                                                                                           Los papás de verdad a los que va dedicada esta crónica le han colocado una “sillita” a sus bicicletas con una felicidad casi ridícula, han cambiado cervezas por refrescos, han desandado soles, tormentas y oscuridades por complacer a sus pequeños… esos papás, que son papás, han sostenido familias, hijos y padres, desde la fuerza de un cariño que no ha reconocido límites.    

Los padres de mi vida no son perfectos, han cometido errores y les restan muchos más por venir… pero a todos los define la firmeza de un sentimiento que está por encima de cualquier dificultad, una ternura que no cree en horarios cuando de prodigar nalgaditas se trata, una mano inmóvil a pesar de los temblores que revuelcan un corazón dudoso… los padres de mi vida son también héroes y a ellos no solo está dedicado el tercer domingo de junio; a ellos también les pertenecen los 365 días de todos los años y la música en su forma más genuina, más sincera, más bella.            

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