jueves, marzo 28El Sonido de la Comunidad
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Chongo: el ilustre herrero de Cabaiguán

El herrero del pueblo es tan conocido como el médico, en Cabaiguán precisamente se valora en demasía por aquellos que poseen equinos. Entre todos los de su oficio en el poblado sobresale Chongo

Chongo

Por: Aramis Fernández Valderas

El carbón de piedra, ilumina el pequeño taller, la forja arde, las láminas de metal se tornan suaves, la tenaza en un extremo, la mandarria en la otra, una mano golpea, la otra sujeta el calor es sofocante, está a punto de salir una herradura, después al depósito de agua y de ahí a maniatar el caballo, tomarle una de sus patas, pasarle le escofina por el casco ajustarla con los clavos, después la otra pata hasta calzar de nuevo la bestia y escuchar el trac, trac, de su andar. Luce entonces más elegante el campesino sobre su cabalgadura,

Chongo descansaba la noche, al otro día de nuevo a la forja, las acciones se repetían, los músculos extremaban las dimensiones semejante al de los fisiculturistas, porque fraguar herraduras y herrar caballos no es cosa fácil, quién bien lo entiende, sabe que es un arte difícil de aprender y de dedicarle una vida entera a esos trajines de patadas, calores, golpes, y quemadas.

Chongo no fue el primer herrero de este pueblo, muchos le antecedieron, pero es sin dudas el más recordado, por no poner reparos en horas, días, noches, ni limitaciones,  lo conocían los cocheros, el guajiro que visitaba el pueblo de tiempo en tiempo, y tenía como referencia del último viaje aquel en que herró a su caballo.

Pero como todo herrero, Chongo no quedó solo en eso de hacer herraduras, también elaboró rejas; formidables rejas con la misma técnica con la cual formaba el semi círculo para las extremidades del equino, o adornos para paredes,  enchapes de diferentes tipos. El herrero es un artista; bruto a veces dicen, no estoy de acuerdo, hay que ser inteligente, para tratar con hierros no se emplea solo la fuerza.

Chongo conversaba con los lingotes, los convencía, y ellos lo ayudaban, solo así, lo rústico, se transforma, solo así, las caras femeninas se asoman a los balcones enrejados, y el cantor campesino silva la melodía para que la amada le escuche, entonces, la sobriedad del herrero, se consolida, porque es amor y por eso aunque ya hace varios años fue al reposo eterno, Chongo sigue siendo el paradigma de los herreros de Cabaiguán.

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