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Industria Alimentaria cabaiguanense: al servicio de su pueblo

Este 25 de enero en toda Cuba se celebra el Día del Trabajador de la Industria Alimentaria, fecha que se estableció para homenajear al movimiento obrero de este sector

Este día deviene pretexto para felicitar a cada uno sus trabajadores que hacen su mejor esfuerzo a pesar de las limitaciones.

Por: Lillipsy Bello Cancio

Cada 25 de enero en toda Cuba se celebra el Día del Trabajador de la Industria Alimentaria, efeméride establecida hace 53 años, fecha esta en que en 1971 el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz hiciera aquel llamado para fortalecer el movimiento sindical y constituir el Sindicato en el sector.

De entonces a acá ha llovido mucho: las circunstancias han cambiado extraordinariamente, ni clientes ni trabajadores son los mismos, las tecnologías han envejecido, se han renovado y han vuelto a envejecer, los recursos han menguado y hasta los modos de hacer se han trastocado.

Cierto es que no todas las transformaciones han sido para bien y también lo es el hecho de que no todo lo mal hecho en este sector es culpa del Bloqueo o causa inevitable de las vicisitudes económicas que atraviesa el mundo de hoy: el descontrol, la falta de sentido de pertenencia y la crisis de valores han hecho mella en no pocos panaderos, dulceros, obreros de todo tipo y directivos de la Alimentaria en Cuba, en Cabaiguán.

Por suerte, son más los que han permanecido fieles a esos principios de eficiencia y constancia en la tarea que se realizan para asegurar la entrega de renglones alimenticios con la sistematicidad y calidad que el cliente necesita; los que hacen del control de los recursos ley de vida para evitar que hechos de corrupción o desvíos puedan afectar el desempeño en las diferentes unidades… son más, muchos más los que siguen madrugadas enteras, sin dormir, poniéndole más amor y deseos que harina y azúcar a ese pan nuestro de cada día.

Son tiempos difíciles, pero para estos hombres y mujeres la complejidad se multiplica cuando son ofendidos al explicar que no hay pan de la canasta básica porque no llegó a tiempo la harina, un tema de extrema sensibilidad por cuanto no son pocos a los que no les alcanza para comprar el de 75 pesos que se vende en la misma unidad… ¡y es cierto! Resulta difícil de entender para esos bolsillos menguados y estómagos rugientes, pero, ¿acaso no son ellos también “víctimas” del mismo descalabro?

¿Acaso nos hemos detenido a pensar cuántas veces cuestionamos al panadero o al dulcero porque hicieron mal su trabajo  (actitud esta válida y responsable) y cuántas lo hacemos cuando ese mismo producto llegó a nosotros “como dios manda”? ¿Por qué no reflexionamos sobre el hecho de que estos obreros también han tenido que aprender sobre la marcha, sin detenerse sobre temas como encadenamiento, ajustes de las normas, aprovechamiento de  materias primas; diversificación de producciones no derivadas de la harina, nunca antes realizadas?

Son los de la alimentaria eternos insatisfechos, añorantes trabajadores de aquellos tiempos en los que no daban abasto y no paraban de hacer dulces, panqués, panes de todo tipo y formas, caramelos, raspadura y hasta etcéteras. Son además, conscientes de que mantienen muchas deudas con la población sobre todo en temas como calidad y variedad, pero, (y aquí que me tilden de optimista, soñadora o lo que quieran, total, como diría el poeta, no soy la única), pienso que en medio de tanta escasez y limitaciones continúan siendo dignos herederos de aquel chofer de la Fábrica de Cerveza Cristal que manejó uno de los autos de los asaltantes al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953: Pedro Marrero Aizpurúa.

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