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Matrimonio espirituano afincado en la tierra (+fotos)

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Todas las tardes Yanet Reinaldo dedica tiempo al cuidado del ganado menor. (Foto: José Luis Camellón Álvarez/ Escambray)

Solo el inigualable trinar del sinsonte basta para hacer agradable la estancia en la finca Patio Fino, un paraje de pura naturaleza donde los trazos del trabajo dejan ver claras señales de la recuperación del ganado racial; pero si el paisaje en ese punto de la Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) Juan González, llamado Socorrido de Poza, se torna diferente, obedece a Freddy Díaz Marrero y Yanet Reinaldo Jiménez, un matrimonio que hace casi un año afincó su vida en ese apartado rincón de Cabaiguán.

Desde que Freddy y Yanet anudaron el compromiso con los animales y la tierra, la finca racial Patio Fino, dedicada al ganado vacuno y menor, dejó atrás las veredas del abandono y la improductividad; empezó a germinar allí una historia de trabajo, aprendizaje y compromiso; también de vida familiar con sus hijas de 13 y 17 años.

“Es una infraestructura de varias décadas, la estamos recuperando, no ha sido sencillo porque el trabajo es duro, chapeando aroma, haciéndole a los potreros todo lo que lleva para verlos bonitos; pero el primer paso fue clave: asentarnos aquí porque viviendo en Santa Lucía no saldrían las cosas igual; para echar pa’lante las crías hay que dormir al lado del potrero”, reveló Freddy Díaz.

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Freddy y Yanet le aseguraron al presidente de la CPA que no tiene que buscarles reemplazo y levantarán la cría racial. (Foto: José Luis Camellón Álvarez/ Escambray)

DEL ASFALTO A LA TIERRA

El nuevo ganadero no se asustó cuando Léster Pino, el presidente de la CPA le dijo en pocas palabras: “Ven para la Cooperativa a atender la Finca racial”; tampoco sabía en ese instante que se metería en camisa de 11 varas.

“Cuando me dijo de venir a tiempo completo para la finca casi le digo: ‘tú estás loco’; pero no, me gustó la idea y lo asumí. No me arrepiento, estamos levantando la finca, las crías y un nuevo rumbo en nuestras vidas”, comentó Freddy, luego de aceptar la propuesta del periodista de sentarse a conversar unos minutos.

Volverse ganadero de la noche a la mañana fue casi una travesura, hasta entonces Freddy Díaz había ocupado buena parte de su vida laboral como custodio del Banco de Santa Lucía y, luego haciendo guardia en los campos de la CPA.

“Jamás había trabajado con animales, de ganado no sabía nada, casi fue una frescura aceptar la atención y cría del rebaño racial, pero alguien tiene que hacerlo, me lo propusieron y aquí estoy. Cuando vine la primera vez, me dieron ganas de virar, hasta dudé que Yanet quisiera acompañarme; al final aceptó el desafío y ya casi cumplimos un año aquí. Lo más malo quedó atrás, vamos a seguir porque ya no hay retroceso; me gusta el potrero, estar al pie de las reses”, sentenció.

“Me falta experiencia, pero ya casi soy ganadero —añade—; para graduarme tengo que seguir día a día entre los animales, eso es lo que de verdad enseña. Cuando llegué, ese ganado colorado me veía y salía huyendo, estaban adaptados a otra gente a caballo, a los perros; erradique todo eso, ahora me meto dentro de la nave, le paso la mano y nos entendemos”.

“Estamos apartados pero disfrutamos las modernidades, no me pierdo el Noticiero de televisión ni Palmas y Cañas; a Yanet ni con un juego de pelota de los Gallos le puedo quitar la novela por las noches; tomamos agua fría; fíjate que a este rincón me llega un mensaje de cualquier lugar del mundo”, narró Freddy.

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Con la llegada del matrimonio y el rescate de la finca, la crianza de ganado ha crecido y disponen de más de 300 cabezas. (Foto: José Luis Camellón Álvarez/ Escambray)

MULTIOFICIO EN LA RETAGUARDIA

Yanet Reinaldo aceptó más fácil la idea de una entrevista que no esperaba; aunque llevó tiempo sentarla a conversar, prefiere estar de un lado a otro, entre el ganado menor, echarle el maíz a las gallinas, atenta a la cafetera y hasta a unos lechones enfermos que los atiende dentro de la casa como si fueran niños chiquitos.

“Primero trabajé de asistente de enfermera en el Hospital Materno de Cabaiguán, después en la escogida de Santa Lucía hasta que me estrené en el campo; atiendo la cría de chivos y aves, si hay que chapear lo hago, ayudo en todo lo que pueda, lo principal es el interés y la voluntad, aquí es donde mejor se aprende”.

¿Cómo te adaptaste al cambio del asentamiento al campo?

En un primer momento pensé que no me adaptaría; es que esto estaba abandonado, no había nada; ya es distinto, hay crías, potreros, la casita la hemos mejorado, hasta la naturaleza está de nuestro lado; oiga que belleza y buena compañía ese sinsonte, casi ni pongo el radio oyéndolo trinar el día entero.

La mañana se la dedico a la casa, a la cocina porque hay otros obreros en la finca que trabajan con mí esposo; ya por la tarde sí lo ayudo más, atiendo mis chivos, sobre todo a la hora de recogerlos y trancarlos el lado de la casa.

Para venir para el campo hay que tener deseos de trabajar, voluntad y amor; claro, tiene que gustarte, pero me siento bien; no se trata de un embullo o una decisión para unos meses. Vivimos en familia, las niñas han seguido sus escuelas; algunos me han dicho que si estoy loca; y les digo: ‘déjenme en la finca, que soy feliz’.

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“Entre los trajines de la casa, los animales y este paisaje se me van los días y no me doy cuenta”, asegura Yanet Reinaldo. (Foto: José Luis Camellón Álvarez/ Escambray)
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“Las niñas nos ayudan cuando están aquí, andan a caballo por la finca y las llevo a las fiestas los fines de semana”, afirmó Freddy. (Foto: José Luis Camellón Álvarez/ Escambray)
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