domingo, noviembre 3El Sonido de la Comunidad
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Mi abuela, Camilo y Yo

La verdad es que quien desee saber sobre Camilo Cienfuegos, su empeño será fácil, pues cualquier cubano que encuentre le sabrá contar al menos una de las tantas historias protagonizadas por el hombre del sombrero alón

Camilo, uno de nuestros héroes más simpáticos y queridos por el pueblo.

Por: Lillipsy Bello Cancio.

Fue en la barriada capitalina de Lawtonun 6 de febrero hace ya 92 años… y aunque Cuba le debe muchas celebraciones (por aquello de su vida trunca por una fatídica situación que le costó la vida y nos privó de su sonrisa cuando ni tan siquiera llegaba a su tercera década de existencia), cada vez que se acerca el segundo mes del año esta Isla celebra la llegada al mundo de uno de los más entrañables amigos de Fidel, su compañero del Granma, el chicharrón del Che… el Señor de la Vanguardia.

Pudiera parecer cursi o una de las frases más hechas que ha acuñado la vox pópuli mundial, pero en Camilo se resume como en pocas ocasiones, aquello de que nació para convertirse en una de las leyendas de la historia cubana. 

Que si su figura quijotesca y su pose desgarbada, simpática, desenfadada… que si su empedernida manía de bromear con todo y con todos… que si su temeraria manera de luchar por su libertad y la de los suyos… que si su singular capacidad de conquistar al siguiente minuto de su presentación, la devoción y el desconcierto de quienes lo rodeaban.

La verdad es que quien desee saber sobre Camilo Cienfuegos, su empeño será fácil, pues cualquier cubano que encuentre le sabrá contar al menos una de las tantas historias protagonizadas por el hombre del sombrero alón.

En lo particular, disfruto mucho todas las que tienen que ver con el Guerrillero Heroico, quizás porque de niña mi abuela me hacía recortar las historietas que publicaba semanalmente el periódico “Juventud Rebelde”. Con tal empeño y dedicación lo hacía, que aún recuerdo mi deseo casi incontrolado de que llegara el día señalado para descubrir otra faceta de la vida de aquel Héroe magnífico que además, le había “prestado” su nombre a mi escuela.

Pero más nítida es aún la imagen de mi abuela, con su pelo blanquísimo y su ropa inmaculada, poniéndole todo el empeño a aquella “tarea”: me sentaba en sus piernas, tijera en mano (cuidando siempre que no me cortara), me la leía ella y luego lo hacía yo mientras contorneaba la imagen, custodiada por las pequeñas letras circundadas casi siempre en un recuadro. 

Es una de las estampas más hermosas de mi niñez: entonces aprendí que era habanero, que casi todo el mundo lo conocía por su amplia sonrisa, que era uno de esos hombres de pueblo, cuyo carisma le permitía ganarse la simpatía incluso de los más recalcitrantes y cuyas bromas lograban divertir incluso a los más serios.

Pero, también lo recuerdo muy bien, mi abuela insistía mucho en que era Camilo un hombre de convicciones profundas y que su poder para convencer lo convirtió en uno de los líderes más queridos durante el proceso revolucionario que llevó a esta Isla caribeña a su definitiva independencia en 1959.

“Camilo conoció el exilio”, me contaba y seguía: “aunque no fue fácil que lo aceptaran entre los futuros expedicionarios, pues no había sido enviado por ninguna célula del Movimiento 26 de Julio, él no se cansó hasta que convenció a los expedicionarios de que él era uno de ellos”.

Con el mismo orgullo que una madre habla de su hijo mi abuela me narraba que una vez en Cuba, integró la Columna 1 “José Martí” al mando de Fidel y que poco a poco se fue destacando, especialmente en el ataque al cuartel de La Plata y cinco días después en Arroyo del Infierno: “¡No paró hasta Comandante!”, aseguraba y el rostro se le llenaba de luz.

Todas y cada una de sus hazañas las conocí primero de su boca: su amistad con el Che, su lealtad a prueba de todo para con Fidel, su pasión por la pelota y de aquella gran marcha de caballería de la columna invasora que encabezó al conmemorarse el sexto aniversario del asalto al Cuartel Moncada, de la invasión a Occidente, y de la toma de la máxima fortaleza de la tiranía: el Campamento de Columbia.

También me contó de su desafortunada y prematura muerte, permeada de misterio, del  duro golpe que significó para el Comandante en Jefe y el entusiasta pueblo, con cuya simpatía contaba… aquí a mi abuela se le entrecortaba la voz y, aunque entonces yo no entendía muy bien, bastaron un par de libros y algunos buenos maestros para comprender…

Desde siempre, cada vez que pienso en Camilo, recuerdo a mi abuela y cuando hablo de ella (que es casi todos los días)… se me figura la imagen del Héroe, simpático y valiente, fiel y revolucionario, popular y queridísimo… Desde entonces, es siempre la historia de mi abuela, Camilo y Yo…

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