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Ni sé de dónde saco el tiempo (+ fotos)

Diana Forteza Rodríguez no parece tener límites para el trabajo: dirige en tiempo de zafra un pelotón combinadas, es la cocinera y controla el combustible; como si no bastara atiende un área cañera

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“En la zafra la mayor parte del día lo paso en el pelotón”, asegura Diana Forteza. (Foto: José L. Camellón)

Por José Luís Camellón (Tomado de Esacambray)

Tiene nombre de princesa, pero a los 34 años Diana Forteza Rodríguez no es heredera de nada; si acaso en el cofre de su alma solo guarda una fortuna de virtudes humanas. Para algunos su mayor riqueza es ser dueña de un cañaveral; para otros, tener una voluntad de trabajo nada común. Tal vez la dotación de hombres que la acompaña todos los días sea testigo de una certeza: esta mujer no parece tener límites en su desempeño.

A los 26 años, edad ideal para escoger el camino de la vida, ella terminó por elegir el incómodo puesto de dirigir un pelotón de corte mecanizado en la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) Guayos. Escogió lidiar con una vida de madrugones, neblina, sol, polvo, lluvia y el calor que desprende la leña de la cocina.

Es una mujer todoterreno, allí hace de cocinera, lleva los controles del combustible, dirige a 15 hombres y responde por la tarea de corte diaria de las tres máquinas; nadie sabe de dónde saca tiempo para atender también a su familia y un cañaveral de 7 hectáreas.

“No creo me haya ganado tanta responsabilidad en el pelotón, tal vez sin proponérmelo demostré que podía desempeñar varias ocupaciones y hacerlas bien”, declara a Escambray, sin quitarle la vista al trasiego de la cosecha.

“Empecé en la zafra en el 2015 como cocinera del pelotón; como soy una persona desenvuelta cogí también eso del combustible. Ese mismo año el presidente de la UBPC me dijo: ‘Tú vas a ser la jefa del pelotón’, parece que se fijó en mi desempeño, porque en la cocina estaba al tanto de la planta móvil para las informaciones y los partes”, narra en plena guardarraya.

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“Para dirigir no hay que ser un dios, sí darle confianza a la persona y, ante todo, dar el ejemplo”, dice esta mujer todoterreno.

Vive en Guayos y se define como una mujer de carácter, pero jovial, conversadora, “una persona muy diplomática a la hora de hablar con cualquiera”, aclara como si leyera en las páginas de su vida. Mira hacia el campo que la máquina corta en ese instante; luego retoma el diálogo, no sin antes acotar: “No creo haga algo extraordinario, solo pongo empeño en mi trabajo”.

Ahora con 34 años se viste de ejemplo, sigue halando el pelotón; va a la cocina móvil, destapa el caldero y mueve el caldo que calmará los estómagos al mediodía; luego agarra una carpeta de papeles y escribe números; al rato, vuelve a la combinada rota arrimada al camino, desde el amanecer; allí no tienen la solución, se le advierte preocupada; si por ella fuera hasta la empujara para picar caña.

¿Acaso le pone más horas al día?

No, es cuestión de estar aquí, organizar el trabajo, estoy tan metida en el pelotón que sí sacrifico mi vida personal y la salud, también, pero para nada me pesa, me gusta lo que hago y me siento realizada.

Trato de que la comida quede bien, les guste, porque ellos hacen mucho esfuerzo. Los papeles del combustible me ocupan tiempo, pero ya la jefatura del pelotón son palabras mayores, hay que estar al tanto de todo.

En zafra estoy pocas horas en la casa, aunque le dedico su tiempo porque tengo una hija de 13 años, y a mi mamá; la familia no se puede pasar a un segundo plano. Ayudo a la niña con las tareas, me preocupo por su escuela. Todo es organizarse bien en cada actividad y tener mucha fuerza de voluntad para poder llevar esas ocupaciones; le aseguro que es muy sacrificada esta vida.

¿Cuáles son las armas de Diana para dirigir el pelotón?

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En zafra estoy pocas horas en la casa, aunque le dedico su tiempo.

Hago esto porque me gusta dirigir, tengo ese espíritu de salir adelante, no cogerle miedo al trabajo; si tengo que discutir con alguno, muerta de risa le digo: Esto es así y así, si no lo vas a hacer, vete. Al rato los dos nos estamos riendo; él se montó en la combinada o agarró la llave para apretar la tuerca, ya pasó. Sin ellos no soy nadie, hemos creado, más que un equipo, una familia.

Ser joven y mujer no quiere decir que ellos hacen lo que quieran, puede existir una braveza, una indicación que no les guste, pero me respetan, inculco la disciplina en el pelotón. Tampoco busco la confrontación, sino el entendimiento, la armonía en el colectivo, la comunicación entre todos, porque lo principal no es Diana, es que las maquinas cumplan la tarea y así nos beneficiamos todos.

Que sea exigente, fuerte en el trabajo como dicen algunos, no quiere decir que soy una mujer agraviada; lo mismo canto, lloro, que me río; no me asustó el cañaveral, ni la zafra, para Diana no hay tarea imposible. Eso sí, me persiguen las responsabilidades, en la UBPC soy la secretaria del núcleo del Partido, presidenta de la Asociación de Técnicos Azucareros y, cuando termina la cosecha, almacenera. Ni sé de dónde saco el tiempo, pero cumplo con todo.

Soy licenciada en Educación Primaria, cuando dejé el sector trabajé un tiempo en Salud, hasta que fui para la UBPC Guayos de cocinera. Salí de atrás del caldero por el presidente Oscar de la Cruz, el me veía en la cocina tan joven, llena de vida y me decía: ‘Sal de ahí, tú puedes hacer otra cosa’; me dio la oportunidad de progresar y no la desaproveché; hoy soy su reserva en el cargo.

¿No le agobia asumir tanto desempeño laboral?

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No estoy aquí castigada, disfruto mi trabajo, el resultado del pelotón, asegura.

En lo absoluto, Diana siempre va a querer trabajar porque siento que mi país lo necesita, soy una mujer humilde, apegada al deber; no estoy aquí castigada, disfruto mi trabajo, el resultado del pelotón. Cuando quiera ver un campo de caña nueva bien atendido, lléguese al área que me dieron. Diana ha sabido salir adelante sola, con su esfuerzo, y se ha ganado la confianza y el respeto de sus compañeros. Hay Diana pa’ rato.

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