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COVID-19: mirarse en el espejo de la incertidumbre

Este año la COVID-19 le ha costado la vida a tres cabaiguanenses. Mientras el distanciamiento físico retrocede y el estreno de la nueva normalidad se prolonga, la parca afila su guadaña

Las tres áreas de salud del municipio permanecen en fase de transmisión autóctona limitada por el azote del COVID-19.
Las tres áreas de salud del municipio permanecen en fase de transmisión autóctona limitada por el azote del COVID-19.

Por: Alexey Mompeller Lorenzo

No le bastó con arrebatarle la vida a una persona. Quiso probar su poder en medio de esa aparente invisibilidad que la define y a menos de un mes de diferencia,  otros dos cabaiguanenses partieron de este mundo. La COVID-19 les mostró el camino.

Si en el calendario precedente la pandemia no aportó decesos al municipio, en el actual ciclo cargamos con el lamento de amigos, familiares y conocidos. Tristemente ninguna de las víctimas pudo hacer el cuento, complicaciones asociadas a la enfermedad, por patologías personales de base, les cerraron los ojos antes de tiempo.

Cabaiguán vuelve a mirar los diagnósticos e ignora el peligro. Solo en la quincena reciente constan 46 casos y en las calles simula como si el nuevo coronavirus perteneciera pasado. Hablar de violaciones a los protocolos de bioseguridad resulta redundante cuando las medidas nos acompañan hace más de un año; sin embargo la irresponsabilidad continúa en ascenso.

Los 71 menores de edad confirmados con la COVID-19 de marzo de 2020 a la fecha patentizan el descontrol familiar que le ha costado la estancia en terapia intensiva a dos lactantes. Afortunadamente hoy todos los pacientes pediátricos que conocieron de cerca al patógeno respiran más protegidos pero se ignoran las secuelas que pueda dejar la pandemia del siglo XXI.   

Mas todavía no queda claro que los parques y avenidas distan de populosos terrenos de fútbol cuando la localidad permanece en la fase de transmisión autóctona limitada. Allí corren detrás de un balón con el nasobuco que va por el aire, mientras el doctor Francisco Durán García, director nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública alecciona, pero en casa alegan que la “vida sigue”.

Ciertamente las jornadas avanzan; no obstante el distanciamiento físico retrocede y el estreno de la nueva normalidad se prolonga. Pensar en otro verano atípico dependerá de cuán conscientes seamos al abrirse las puertas estivales que según la vox populi sucederá pronto y aún el Grupo Temporal de Trabajo  para el enfrentamiento a la COVID-19 desconoce tal información.

Si la misma creatividad a la hora de tejer rumores actuara a nivel de la conciencia, disminuyera el índice de contagios en su mayoría autóctonos y los casos con fuente de infección indeterminada que pone en remojo las barbas de los cabaiguanenses confiados.

Últimamente los diagnósticos importados, 28 en el presente rebrote,  son noticia al computarse tres en el mes de junio. No pocos disfrutan la aventura de cruzar fronteras y con un pie en la isla llevan las maletas a los centros de aislamiento y hospitales para hacer con calma la lista de las ventas durante el ingreso.     

Las responsabilidades institucionales también cuentan en dicha cruzada. En múltiples escenarios las autoridades de esta provincia han insistido en la realización de pesquisas con calidad para cortar la transmisión y a educar con el Decreto Ley 31 a favor del respeto de las normas sanitarias, pero la  curva de contagios se desboca.

Por el momento nos mantenemos frente al espejo de las incertidumbres. Detener a tiempo implicaciones mayores evitará derramar lágrimas, ahorrará recursos, menguará el desosiego e impedirá que la parca no siga rondando a Cabaiguán.    

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