Fidel es eterno
Nadie sabe cuántas veces Antonia Carbonell salió al patio de su casa de tejas y bloques al desnudo, al borde del Yayabo, para comprobar, con sus grandes ojos de 80 años, si por azar Fidel se encontraría de nuevo reclinado contra la baranda del paso superior del río, aquel hombre que en innumerables ocasiones vio por la televisión y con quien el 27 de julio de 1986 habló con la familiaridad de viejo conocido.
Nadie sabe cuántas veces Manuel Pérez, el Puentero Mayor, también fallecido, relató su encuentro ese propio mediodía con Fidel, cuando este bajó del elevado; al Comandante lo vería otra vez en 1989 en la ejecución del puente sobre el río Zaza, donde no faltarían las recomendaciones del líder de la Revolución de que no abusara de la edad. “Ni me duelen los callos”, le respondió ...