viernes, diciembre 6El Sonido de la Comunidad
Shadow

El mal de las colas: ¿Colademia?

Un fenómeno ronda la cotidianidad del cubano desde que el coronavirus hiciera acto de presencia en la Isla en marzo pasado: tal pareciera que junto con la fiebre, la tos y el malestar, el ansia de hacer colas fuera considerado otro de los síntomas de la COVID-19.

Sí, ya sé que son muchas las limitaciones, que nada es suficiente y cuando se trata de pollo, jabón, detergente y aceite la cosa se pone tan negra que ni pespuntes grises se le dibujan al tema… pero no es la necesidad de la gente la que pretende abordar este comentario.                     

¿Qué hay que hacer colas porque lo que entra es muy poco y no satisface la demanda? ¿Qué la única manera de no desfallecer en esta contienda es practicando la solidaridad de “cuídame un momento tú aquí que voy a ver por dónde anda la del Álamo”?, ¿Qué el confinamiento o aislamiento o como se le quiera llamar provoca ansiedad y con esta señora llega el abre-y-cierra del refrigerador y de cuanto recoveco hay en la cocina donde sabemos mami escondió el último paquete de galletas? Es cierto.

Como también lo es el hecho de que esta pandemia llegó en el momento justo de una crisis agravada por los efectos de un bloqueo empeñado en no dejar pasar nada hacia los puertos cubanos: y cuando digo nada, es NADA.

Pero lo que sí no es culpa del Bloqueo, ni del SARS COV- 2, ni de ninguna crisis es la actitud irresponsable de quienes asisten a estas aglomeraciones y no respetan la distancia, y se molestan cuando el policía lo requiere e incluso se sientan en contenes y aceras, aunque después lleguen a la casa y frieguen hasta con cloro las suelas de los zapatos… ¿para qué? Digo yo, si es que si el coronavirus anduviera suelto en las calles de Cabaiguán, ya todos lo hubiéramos acogido como el más querido de los huéspedes.

Esto sin contar a quienes hacen colas “para ver qué sacan”, otros que supongo tengan almacenes más surtidos en sus casas que los de las propias cadenas comerciales, también aquellos que por aburrimiento, sí, por aburrimiento salen a la calle a la búsqueda de un entretenimiento y al no haber fiesta, ¡pues se suman a las colas!… ¿y qué decir de los cabaiguanenses que al cierre de abril no habían comprado su módulo de aseo en las bodegas? ¿Estarían estos en las colas de la calle Valle?… No me atrevería a negarlo.

Cuba cerró su espacio aéreo, no hay clases ni están abiertos los centros de ocio, como teatros, cines, o salas de música. Sin embargo, hay gente que ha vivido al día y que obligatoriamente tiene que salir a diario a buscar productos de primera necesidad, los cuales escasean en las tiendas… y esta es una realidad innegable, pero ello no implica que hacerlo venga acompañado de irresponsabilidad.                                                                                     

Constantemente se ha apelado a la autoconciencia y no se ha prohibido salir a la calle, aunque las disposiciones gubernamentales por momentos, se han endurecido.  Pero… ahora que la gran mayoría piensa que lo peor pasó, y aunque el Doctor Durán insiste cada mañana en que estamos en el momento más difícil por aquello de que “en la confianza está el peligro”, a veces pienso que no nos queda de otra que hacer como mi abuela: ponernos las manos en la cabeza y rogarle a las once mil vírgenes. 

Hace unos días, una colega del periódico ESCAMBRAY se refirió al fenómeno de la avidez insaciable de información sobre el nuevo CORONAVIRUS, acuñado como INFODEMIA…. ¿Será entonces necesario estampar otro mucho más delicado y para el que, al menos en los últimos sesenta años ni el más encumbrado de nuestros científicos ha encontrado vacuna? ¿Será que lo de la COLADEMIA se nos volvió endémico… e incurable?    

Compartir: