A propósito del cambio de hora
Por: Arturo Manuel Arias Sánchez
Aunque los historiadores afirman que el hombre (¡y la mujer también!) es hijo de su tiempo, la verdad, pésele a quien le pese, es que solo sabe malgastarlo (¡y aquella también!); domeñar la cuarta dimensión apenas ha sido posible en novelas[1] y en películas de ciencia ficción, amén de intentos jurídicos irreales tales como caducidad de los derechos, prescripción de la acción y retroactividad de las normas jurídicas en el tiempo, aparecidos en textos legales[2].
No obstante, el hombre (¡y la mujer, por supuesto!) ha viajado en el tiempo a puro capricho: ofrezco a seguidas dos ejemplos lapidarios.
El primero, el Papa Gregorio XIII, en el Año del Señor de 1582, propulsó con su bula pontificia un salto sin precedentes, cuando adelantó el tiempo e...